ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. ECONOMIA Y POLITICA
1. Stockman, los economistas y los políticos (El País, 02-11-87)
2. El F.M.I. ¿Ciencia o Política? (El País, 19-06-89)
3. La Constitución y el estado social de derecho (El Mundo, 06-12-91)
II. EL MODELO ECONOMICO ESPAÑOL: DEBILIDADES E INCERTIDUMBRES
1. La política económica de la década socialista (4 Semanas y Le Monde Diplomatique, enero 93)
2. Algunos comentarios sobre la economía española (Leviatán, verano 88)
3. Mi amigo Pepe (El País, 20-12-88)
4. Mi amigo Pepe está hecho un lío (El País, 18 y 19-09-89)
5. ¿Pactos de la Moncloa? No, gracias (--90------)
6. La debilidad del modelo económico español (El Mundo, 26-08-90)
7. El ajuste que viene (El Mundo, 12-09-90)
8. 1990: un balance de la política económica (14-01-91)
9. El pacto de Solchaga (El Mundo, 01-07-91)
10. Además de aburrida, suicida (El Mundo, 31-08-91)
11. Los presupuestos: un callejón sin salida (El Mundo, 12-11-91)
12. La coherencia del gobierno (El Mundo, 08-04-92)
13. Ajuste, enfriamiento, ajuste... y volvamos a empezar (El Mundo, 18-07-92)
14. Retales, chapuzas, pastiches (El Mundo, 23-07-92)
15. Si ustedes supieran lo que pesan... (El Mundo, 09-10-92)
16. La crisis, el paro, Sansón y los Filisteos (El Mundo, 28-02-93, 01-03-93 y 02-03-93)
III. LA INTEGRACION EUROPEA. LA CRISIS ECONOMICA INTERNACIONAL Y EL SISTEMA MONETARIO EUROPEO
1. España y Europa (El País, 20-09-88)
2. Una Europa sin impuestos (Mercado, 23-06-89)
3. Ser y estar entre los mejores (El Mundo, 10-11-91)
4. La Europa de Maastricht (El Mundo, 17-12-91 y 18-12-91)
5. Convergencia monetaria, divergencia económica (El Mundo, 01-03-92)
6. Privatizaciones y convergencia (El Mundo, 08-03-92)
7. Convergencia monetaria, divergencia real (El Mundo, 26-03-92, 27-03-92 y 28-03-92)
8. ¿Qué convergencia? (Cinco Días, 31-03-92)
9. No hay que tener vergúenza a decir no (El Mundo, 31-05-92)
10. Queremos votar (El Mundo, 07-06-92)
11. El no danés y la postura española (Cinco Días, 15-06-92, 16-06-92 y 17-06-92)
12. Europa sí, pero distinta (El Mundo, 20-06-92)
13. El debate sobre Maastricht (El Mundo, 19-07-92)
14. Turbulencias financieras (El Mundo, 06-09-92)
15. La izquierda y el sí crítico (El Mundo, 13-09-92)
16. La división monetaria (El Mundo, 18-09-92)
17. El Bundesbank y el S.M.E. (El Mundo, 20-09-92)
18. Sangrar al enfermo (El Mundo, 06-10-92)
19. La crisis del sistema monetario europeo (El Mundo, 23-10-92)
20. Una historia anunciada (El Mundo, 22-11-92)
21. Y después de la devaluación ¿qué? (El Mundo, 23-11-92)
22. Nunca Jamás (El Mundo, 29-11-92)
23. Una limosnita, por favor (El Mundo, 13-12-92)
24. 1993: Mercado Unico (El Mundo, 03-01-93)
IV. EL BANCO DE ESPAÑA Y LA POLITICA MONETARIA
1. Nos perdimos en los Alpes (El País, 10-02-88 y 11-02-88)
2. La auditoría del Banco de España (---89--------)
3. Ibercorp en la UVI (---91----)
4. El banco de los banqueros (El Mundo, 25-09-91)
5. Cajas, bancos y financiación de partidos políticos (El Mundo, 27-11-91)
6. El oscurantismo del Banco Emisor (El Mundo, 02-12-91)
7. El prestigio del Banco de España (El Mundo, 14-06-92)
8. Los errores del Banco Emisor (El Mundo, 23-08-92)
9. Los últimos Mohicanos (El Mundo, 28-11-92)
10. Las ambiciones del Banco de España (El Mundo, 13-11-93)
11. Una Ley anticonstitucional (El Mundo, 01-02-93)
V. POLITICA FISCAL
1. ¿Qué tipo de Hacienda Pública queremos? I (El País, 13-10-86)
2. ¿Qué tipo de Hacienda Pública queremos? II (El País, 27-07-87)
3. ¿Qué tipo de Hacienda Pública queremos? y III (El País, 28-07-87)
4. Diez años de reforma fiscal (Cinco Dias, 11-03-88)
5. Presión Fiscal (Cuadernos I.S.E. nº4 - octubre 89)
6. Impuestos ¿para quién? (El Mundo, 10-06-90)
7. La contrarreforma fiscal (El Mundo, 27-06-90)
8. Las falacias de la contrarreforma (El Mundo, 28-06-90)
9. Cuando las barbas de tu vecino... (El Mundo, ---------)
10. Con premeditación y alevosia (El Mundo, 07-08-90)
11. La rebelión del catastro (El Mundo, 05-12-90)
12. Aministía fiscal, aunque no guste (El Mundo, 12-02-91)
13. Hacienda somos todos, ¡qué risa! (El Mundo, 17-03-91)
14. No voy a contestar al artículo de Solchaga (El Mundo, 09-08-91)
15. La amnistía del nunca jamás (El Mundo, 03-11-91)
16. ¡Estoy más contento! (El Mundo, 12-01-92)
17. La tela de araña y el Banco de Santander (El Mundo, 27-12-92)
18. El 15% del I.R.P.F. (El Mundo, 02-02-93)
VI. POLITICA REDISTRIBUTIVA Y ECONOMIA DEL BIENESTAR
1. Las cotizaciones sociales (Cinco Días, 22-12-87 y 23-12-87)
2. El Margen (Diario 16, 31-01-89)
3. Las elecciones y la política fiscal (Cinco Días, 13-10-89)
4. La caña y el pez (El Mundo, 02-11-89)
5. La vivienda y la esquizofrenia del PSOE (El Mundo, 24.04-91)
6. Que se mueran los pobres (El Mundo, 30-07-91)
VII. DEFICIT Y ENDEUDAMIENTO PUBLICO
1. Déficit y endeudamiento público (Cinco Días, 05-05-88, 06-05-88 y 07-05-88)
2. Privaticemos, que algo nos queda (El Mundo, 30-09-91)
3. La hidra de lerna (El Mundo, 09-08-92)
VIII. CONTROL PRESUPUESTARIO Y REFORMA DE LA ADMINISTRACION
1. El control de las subvenciones (----marzo 90)
2. Presupuestos ¿para qué? (Cinco Días, 05-06-90)
3. Las cuentas del Estado (El Mundo 26-09-90)
4. Presupuestos: control sí, recortes no (El Mundo, 01-10-90, 02-10-90 y 03-10-90))
5. La paja en el ojo ajeno (El Mundo, 27-11-90)
6. El cuponazo y otras fruslerías (El Mundo, 13-10-90)
7. Los ceses y el documento (El Mundo, 18-02-91)
8. Política presupuestaria versus tijeras (El Mundo 19-07-91)
9. El Tribunal de Cuentos (El Mundo, 13-10-91)
10. Otra forma de subvención (El Mundo, 14-03-92)
11. El deterioro de la administración (El Mundo, 20-10-92)
IX. ECONOMIA ESPECULATIVA Y CORRUPCION
1. Especulad, especulad, malditos (El Mundo, 18-01-92)
2. Estado de corrupción, corrupción de estado (El Mundo, 10-02-92)
3. Catarsis (El Mundo, 17-06-91)
4. Una responsabilidad compartida (El Mundo, 15-01-92)
5. De los mares del sur a Ibercorp (El Mundo, 26-02-92)
6. Dios nos libre de los países amigos (El Mundo, 07-12-92)
X. SINDICATOS Y CONFLICTIVIDAD LABORAL
1. Mi amigo Pepe no es sindicalista (El País, 24-02-89)
2. ¿Quo Vadis UGT? (El Mundo, 17-04-90)
3. Concertación en la segunda fase (El Mundo, 10-06-90)
4. Sindicatos y prensa en estado de sitio (El Mundo, 05-03-92)
5. La huelga de Carlos Solchaga (El Mundo, 05-04-92)
6. Huelga sí, pero hasta las urnas (El Mundo, 30-04-92)
7. La huelga general o la venta de la colifor (El Mundo, 26-05-92)
8. Canciones para después de una huelga (El Mundo, 08-06-92)
9. Ahora viene a por mí... (El Mundo, 26-07-92)
XI. CONTEXTO POLITICO
1. La España real y la España oficial (El Independiente, 24-02-89)
2. Pecho bueno, pecho malo (El Mundo, 27-11-89)
3. El gobierno del psoeliberalismo (El Mundo, 22-03-91)
4. Modernizar España: ¿realidad o coartada? (El Mundo, 28-04-91)
5. No es tu partido (El Mundo, 23-05-91)
XII. ECONOMIA INTERNACIONAL
1. Pax americana (El Mundo, 24-02-91)
2. La U.R.S.S., entre el capitalismo y la democracia (El Mundo, 30-08-91)
3. Hablemos de nuevo de revolución (--------noviembre 91)
4. La duda nefasta (El Mundo, 26-12-91)
5. El fin de un cuento (El Mundo, 09-05-92)
PRÓLOGO
por Nicolás Redondo
El lector observará enseguida que nos encontremos ante una obra de características un tanto insólitas.
Su autor es un experto en materia de Economía y, sin embargo, lo que escribe se entiende, lo entendemos los profanos. No es poco mérito ni pequeño motivo de agradecimiento. Pero yo creo que esta infrecuente virtud de la claridad no es sólo una cuestión de cortesía -como decía Ortega- sino también de probidad. Porque, en el otro extremo, la oscuridad del lenguaje "técnico", el empleo sistemático de una jerga repleta de términos esotéricos, con demasiada frecuencia sirve para ocultar fines bastardos: desde justificar "científicamente" opciones políticas interesadas y escasamente democráticas, hasta conservar posiciones personales y corporativas de claro privilegio, como instrumento de dominio al servicio exclusivo de la casta tecnocrática.
Desgraciadamente estamos demasiado habituados al desdén de unos "entendidos" que consideran una pérdida de tiempo explicar al vulgo decisiones o políticas económicas que -para ellos- son inexorables y no tienen vuelta de hoja.
Y aquí entraríamos en otra de las raras cualidades de este libro, la libertad, el espíritu crítico con que analiza las cuestiones que aborda. En este sentido, considerando el panorama doméstico actual, a Martín Seco habría que inscribirle en una corriente claramente heterodoxa; que no lo es por extravagante sino sencillamente porque no se sujeta a los dogmas económicos oficiales, porque no acepta pasivamente los condicionamientos que impone, en general, la ortodoxia dominante, depositaria de las "verdades incontrovertibles" de la ciencia económica. Heterodoxos, sí, en cuanto comenten el pecado nefando de pensar por sí mismos y en cuanto integran una corriente más bien atípica en España en estos momentos.
Realmente, no deja de ser significativo que las opiniones del autor, o las de algunos otros entre los que estamos los sindicatos, aparezcan ahora como radicales -en sentido peyorativo- cuando son la más genuina y clásica expresión de un pensamiento que, hasta hace nada, era arquetipo de moderación y de socialdemocracia. Es prueba de hasta qué punto se han pervertido los valores y los espacios políticos. Porque lo que expone en este libro Martín Seco es, insisto, casi de manual socialdemócrata: el papel del sector público, la primacía de la política sobre la economía, la defensa del estado de bienestar, la crítica de la fe ciega en el mercado, etcétera.
Refleja, en una parte muy importante, posiciones que hemos defendido los sindicatos españoles y también la Confederación Europea de Sindicatos.
Esta postura razonablemente crítica que anima toda la obra se desarrolla coherentemente en el tiempo y en el espacio, ya que el autor la mantiene viva día a día, y la extiende a las más variadas materias que son objeto de sus análisis. Sin arredrarse, además, ante asuntos de gran envergadura que constituyen auténticos tabúes, como ocurre con sus denuncias a la orientación de la Unión Económica y Monetaria que -considera- responde a intereses contrarios a los de varios países europeos, entre otros España.
En todo caso, y al margen de que se compartan o no sus puntos de vista, es de justicia reconocer la notable contribución de Martín Seco a que aún perviva en nuestro país, por parte de algunos, un mínimo de higiene mental en la manera de enfrentarnos con los problemas económicos.
Su concienzuda desmitificación de los "grandes" temas de nuestra economía, desmontando tópicos y falacias de la línea monetarista dominante, representa un contrapunto importante al triunfalismo (primero) y fatalismo (después) de la política económica oficial a lo largo de los pasados años. Ha sido y es un elemento de contraste que hace posible -cuando menos- sacar a debate abierto cuestiones que son vitales para la sociedad española pero que la mojigatería ambiente ha mantenido apartadas como si fueran privativas de la sapiencia de los expertos.
Sin querer en modo alguno reducir la riqueza y alcance de este conjunto de escritos -admirablemente bien trabados, por cierto-, creo lícito afirmar que constituyen todo un alegato contra las políticas neoliberales que se han venido practicando con consecuencias nefasta que no hace falta describir.
Unas políticas que se pueden modificar y que se deben modificar: para restablecer la primacía de la plítica, de la sociedad, frente a la economía. En ese empeño central tendrá que estar siempre la izquierda y sobre ello se tendrá que fraguar su futuro.
Por consiguiente, las consideraciones de Martín Seco no son ideas viejas sino ideas actuales y mucho más fecundas y permanentes que el liberalismo unidimensional y decimonónico.
Constituyen, en realidad, una crítica especialmente valiosa por asentarse en un profundo conocimiento de causa y proceder de una persona libre de atuaduras mentales e institucionales, como antes señalé.
Claro que una actitud como la suya ha venido a acarrearle al autor algunas incomodidades o sinsabores, por decirlo de alguna manera.
Como, tal vez, su relevo en la Secretaría General de Hacienda, en 1986, su cese posterior como Presidente del Consejo de Administración de Minas de Almadén, o su más reciente destitución -puramente "política"- de su puesto de interventor en el Ministerio de Cultura, por sus opiniones sobre la guerra del Golfo.
Por desgracia, ese tipo de cosas no nos sorprenden tanto como debieran pues parece como que la represión del discrepante, siempre injustificable, se hubiera convertido en norma, como si formara parte de los naturales gajes del oficio; en este caso, del oficio de crítico, de inconformista.
Aplicando tan perversa lógica podría argüirse que al fin y al cabo también él se ha encargado de hacer un poco menos cómoda la posición de ciertos altos cargos de la política, de las finanzas y, en general, de no pocos titulares de poderes públicos, ya institucionales, ya meramente fácticos, por lo que resulta comprensible que éstos muestren cierto fastidio para con su figura.
A todo ello, sin embargo, se sobrepondrá fácilmente nuestro autor, por la sencilla razón de que en él late con fuerza lo que en otros tiempos se denominaba "vocación política", una cierta inquietud por los problemas de la colectividad y una clara disposición a intervenir en ellos para contribuir a solucionarlos (no a perpetuarlos, como en realidad hacen hoy muchos de los que ejercen de políticos).
Y en este punto, además de recordar que Martín Seco es de los pocos que tienen el valor de colaborar con los sindicatos -y hay que echarle valor...-, quiero reslatar el compromiso activo que viene demostrando día tras día, con una ideología progesista y de izquierdas cuyo indeclinable objetivo es transformar la realidad social hacia grados mucho más altos de equidad, democracia y libertad.
Lo cual vuelve a tener el mérito añadido de lo poco frecuente, pues términos tales como ideales, compromiso, socialdemocracia, resultan tan a contracorriente de la moda que apenas si provocarán leves sonrisas de conmiseración entre quienes de hecho manejan el cotarro.
Sin embargo, será gracias a estos conceptos, valores y sobre todo actitudes como el mundo en que vivimos podrá salir del atolladero en que se encuentra, sumido como está en una crisis general y profunda de donde ciertamente no lo sacarán las leyes del mercado.
Y en efecto, empieza ya a cobrar cuerpo una importante corriente de opinión que reclama "recuperar la economía para la sociedad", para el hombre, en definitiva. Porque, como denuncia recientemente Bernard Cassen, la economía expulsa progresivamente al hombre de su funcionamiento".
Así pues, solamente relativizándola y poniéndola en su sitio, como ciencia instrumental, podremos recuperar el buen sentido -tras la tremenda resaca neoliberal- e instaurar en la política la primacía de los intereses generales sobre los económicos.
En esta tarea, sin duda dificultosa pero primordial e impostergable, tiene honrosa cabida este interesantísimo libro de Martín Seco, compendio de saberes no sólo económicos sino también y destacadamente humanistas y que es fruto de un esfuerzo tenaz de años de observación, análisis y reflexiones lúcidas sobre la realidad cotidiana por encima de toda clase de fronteras.
Y en última instancia lo que sí puedo asegurar al lector es que se trata de una obra sustanciosa, asequible, amena y sobre todo estimulante. Cada uno de sus capítulos es una bocanada de aire fresco. Lo cual, en nuestros tiempos, estimo que es muy de agradecer.
INTRODUCCIÓN
Escribo esta introducción pocos días después de que el partido socialista francés haya sufrido una debacle electoral. En España siempre ha habido afrancesados o, dicho de otro modo, los acontecimientos del país vecino repercuten normalmente en nuestra realidad social. No es extraño, por ello, que muchos analistas nacionales, amparados en los resultados negativos que para el P.S.O.E. dan las últimas encuestas, pronostiquen para toda Europa el fracaso de la política socialista. No es el momento quizás de analizar el caso francés, pero, por lo que hace referencia a nuestro país, me parece evidente que la política socialista, al menos en materia económica, está inédita, y si en algún momento surgieron intentos aislados de aplicarla fueron ahogados tan pronto como se hicieron perceptibles.
Fuimos muchos los que creímos de verdad que la llegada del P.S.O.E. al poder podía significar un cambio sustancial de nuestra realidad social y económica, tanto más necesario cuanto que el proceso de transición a la democracia se hizo desde la reforma y no desde la ruptura. El que ésta no fuese viable políticamente no es óbice para que reconozcamos las consecuencias que de este hecho se derivaron, así como las múltiples secuelas que en materia económica y social pervivieron del antiguo régimen y la necesidad, por tanto, de un cambio radical en las estructuras y comportamientos. Eso es lo que podía haber significado la victoria del P.S.O.E. en el 82, eso es lo que esperaban la gran mayoría de los ciudadanos que les otorgaron su confianza y esa posibilidad malograda originó la mayor frustración de la historia reciente de España.
Al principio, en la primera legislatura, se pudo pensar que la moderación se debía a motivos de prudencia. No convenía asustar al capital y al poder económico -los cambios en la economía deben de ser lentos y pausados-; pero muy pronto se descubrió que la política aplicada no obedecía a un problema de estrategia sino a la convicción ideológica de los responsables económicos y a las presiones de los poderes fácticos que, poco a poco, fueron entrelazándose con el gobierno, e incluso con el partido, en un maridaje perfecto.
Este libro recopila una selección de artículos publicados en la prensa a lo largo de estos años. Son, pues, muchos de ellos fruto del desencanto, críticos con una política económica que, desde luego, no puede ser tenida por socialista y que se ha manifestado a veces en plena consonancia con los gobiernos más conservadores de Occidente, cuando no los ha sobrepasado en determinados aspectos. Los años ochenta se han caracterizado en el ámbito mundial por el triunfo ideológico del liberalismo económico. Reagan y Thatcher han sido sus máximos exponentes, pero en mayor o menor medida sus dogmas y ortodoxia se han impuesto en todo los países. La socialdemocracia, en especial los partidos que estaban en el poder, ha sufrido el contagio de la cultura imperante, incluso como en el caso de España hasta asumirla con la fe del converso; pero por eso también están padeciendo igual o mayor desgaste político al irse haciendo notorias las consecuencias negativas de estas políticas.
Hoy resultan ya evidentes los efectos perniciosos que para la mayoría de la población ha tenido la concreción práctica del liberalismo económico. Estados Unidos e Inglaterra fueron los primeros en sufrir sus consecuencias y, dada la gravedad de la crisis, los propios gobiernos conservadores de Bush y Major se vieron en la obligación de introducir correctivos. Mucho más reacios, curiosamente, han sido el resto de los gobiernos del antiguo continente; empecinados en una integración europea diseñada de acuerdo con esquemas obsoletos del más puro corte liberal, son incapaces de reaccionar, y se encuentran aprisionados por la orientación de la política económica alemana, que se mueve entre la antidemocrática autonomía del Bundesbank y las dificultades de una unificación realizada con grandes errores. Fue la economía la principal arma electoral de Clinton para vencer al partido republicano, hasta el extremo de que se hizo famosa la frase: "¡La economía, estúpidos, la economía!", como llamada de atención a todos los que participaban en la campaña presidencial para que supiesen en qué materia tenían principalmente que insistir.
Ha sido también, sin duda, la economía la causa principal del hundimiento socialista en las últimas elecciones francesas, y será muy posiblemente la economía la que incidirá negativamente en el voto al P.S.O.E. en España. En estos dos casos, el resultado electoral no obedecerá tanto a que los ciudadanos piensen que la alternativa mejorará la situación -caso de Clinton-, como a la necesidad de demostrar que un partido no puede impunemente realizar una política antisocial, y que determinadas medidas tienen, antes o después, un coste electoral. Este es el drama de los países en los que han sido precisamente las izquierdas teóricas las que han instrumentado una política económica de corte liberal: la alternativa aparece mucho más difusa, y el escepticismo y desencanto la única salida.
"¡La economía estúpidos, la economía!". Si he optado por titular de tal manera el libro es porque la llamada de atención sobrepasa con mucho los objetivos de una campaña electoral. Es un aviso a todos los que tienen inquietudes políticas y sociales, a todos los que sienten como propios los problemas de la "polis", a todos los disconformes y críticos con el sistema. Sin cambiar la economía poco se puede hacer. La economía es política, y la política, economía. La economía debe descender a la calle, hacerse popular. El secuestro en las cátedras, en los servicios de estudios, en los bancos, en los cenáculos del dinero y en los centros oficiales la convierten en uno de los instrumentos más perfectos para convertir las conveniencias de una clase en necesidad, y para perpetuar un sistema injusto y desigual. Es imprescindible, por tanto, plantear la batalla ideológica en el campo económico.
Los artículos seleccionados en este libro fueron escritos para la prensa y por lo tanto con un carácter divulgativo, pero intentando siempre mantener el rigor que la materia exige. No creo que el rigor tenga que estar reñido con el lenguaje claro, sencillo y asequible para los lectores que tengan un mínimo bagaje cultural.
La oscuridad en los planteamientos, los discursos arcanos y exotéricos, los razonamientos cifrados, obedecen más a la conveniencia de mantener la disciplina oculta al común de los mortales que a la propia exigencia intrínseca de los argumentos económicos. Hay que desconfiar de los economistas que se expresan en términos ininteligibles, la mayoría de las veces pretenden colar intereses de clase como verdades científicas. Se impone hacer descender la economía de los olimpos académicos para acercarla a las inquietudes de los ciudadanos, lo cual es tanto más urgente cuanto que la economía se ha hecho política y la política economía. Es precisamente por esto por lo que un libro que tiene la pretensión de ser una recopilación de artículos con contenido fundamentalmente económico, dedica dos capítulos a aspectos políticos. Y es también por esto por lo que la mayoría de los artículos, aunque traten de temas económicos, no pretenden ocultar, sino por el contrario mostrar, la carga ideológica que tiene cualquier opción o respuesta.
La clasificación temática en doce capítulos no ha sido una tarea sencilla. Todos los aspectos económicos se encuentran correlacionados y, por lo tanto, no se pueden delimitar los capítulos como compartimentos estancos. Muchos de los artículos, aun cuando hayan sido asignados en función de su contenido a un determinado apartado, pueden referirse tangencialmente y estar vinculados con la problemática de otros capítulos. Este hecho justifica también las inevitables repeticiones, tanto más inevitables cuanto que los artículos, aunque escritos con motivo de acontecimientos diversos, intentan dar respuesta a los problemas de la economía española que son idénticos desde tiempo atrás y pretenden criticar una misma política económica caracterizada por la constancia de sus tópicos y apriorismos.
Cada capítulo va precedido de una pequeña introducción que tiene como objeto amén de dar razón de su contenido, explicar, en los casos en que parece conveniente, la génesis y circunstancias que dieron lugar a cada uno de los artículos. Se intenta superar así la inevitable disgregación, propia de una recopilación de artículos, para formar una unidad. El libro constituye, en su conjunto, un análisis crítico de la política económica aplicada en España a lo largo de estos años y de los fundamentos teóricos, importados la mayoría del extranjero, en que se ha basado.
El método, por las características de recopilación que tiene no es, desde luego, el sistemático y deductivo propio de un trabajo diseñado desde su origen, si no mas bien se acerca al que propone Ortega, cuando considera la verdad como una "ciudadela" a la que hay que sitiar y a la que se asalta desde distintos ángulos y por diversos procedimientos. Cada artículo puede ser un ataque a esa fortaleza en que se ha convertido la cultura económica imperante; con la conjunción de todos ellos, tal vez aparezca la verdadera fachada de la fortificación, sus debilidades y cimientos quebradizos. Eso se pretende. El lector dirá si se ha conseguido.