27-03-2015

El Banco de Madrid


   Se está convirtiendo en habitual que cada vez que un acontecimiento agita alguna parcela de la realidad económica surjan malos humores e indicios de putrefacción. Algo (bastantes cosas) huele a podrido en Dinamarca.


La pasada semana nos sorprendió la intervención del Banco de Madrid por el Banco de España. Según afirman, en esta ocasión no se trata de un problema de insolvencia, sino de blanqueo de dinero. Dicho así suena raro, porque pocos deben de ser los bancos que no hayan facilitado este tipo de actuaciones a sus clientes. Lo específico de este caso radica en que desde julio de 2011 el Banco de Madrid es cien por cien filial de la Banca Privada de Andorra (BPA). Y se da la circunstancia de que el pasado 10 de marzo, de forma expeditiva, el Financial Crisis Enforcement Network (FINCEN), dependiente del Tesoro de Estados Unidos, anuncia que coloca a la BPA en la lista de entidades de su máxima preocupación en relación a prácticas de lavado de dinero negro, por lo que obliga a las autoridades andorranas a intervenirlo, y al Banco de España a hacer lo propio con su filial, el Banco de Madrid.


Lo primero que resalta de esta noticia es algo que ya sabíamos pero que no está mal recordarlo de vez en cuando: la fuerza del imperio. EE. UU. manda y el resto de naciones obedecen, aun cuando en este caso los dictados hayan sido positivos, ya que tanto Andorra como España no parece que se hubiesen decidido a actuar de otro modo. Revela también, hasta qué punto sería fácil, si EE. UU. y otras grandes potencias europeas quisieran, erradicar los paraísos fiscales. La globalización constituye tan solo una excusa para mantener la opacidad siempre que interese. Son muchos los interrogantes que se suscitan. ¿Por qué ahora y no antes? ¿Y  por qué tan solo la BPA? Parece claro que había intereses políticos por medio. No es casualidad que existan inversionistas y depositantes chinos, rusos y venezolanos.


Los gobiernos de los países desarrollados no muestran demasiado interés en la lucha contra el fraude y la elusión fiscal, lo que resulta también evidente cuando se contempla la reacción de la Comisión Europea ante el escándalo de Luxleaks. Todo lo que se le ha ocurrido plantear es una propuesta legislativa no para prohibir, tal como sería lógico, los acuerdos fiscales de los países con las empresas internacionales, sino tan solo para imponer la obligación de que los comuniquen a los otros países cada tres meses.


La postura de las autoridades españolas tampoco resulta muy presentable El Servicio de Prevención de Blanqueo de Capitales (SEPBLAC) realizó en abril de 2014 una inspección al Banco de Madrid con el consiguiente informe, informe que hoy sabemos que contaba con irregularidades muy serias y que inconcebiblemente se mantuvo si no perdido sí inactivo hasta casi un año después, momento en el que actúa el Tesoro norteamericano y ¡oh causalidad!, es precisamente en ese momento las autoridades españolas deciden enviarlo al Ministerio Fiscal, señal evidente de que al menos existe la suposición de que se dan actos delictivos, con lo que siempre subsistirá la duda de por qué, si es así, no se ha actuado antes y se ha esperado a la denuncia de EE. UU. La sospecha de connivencia es inevitable.


Hablando de connivencia hay que referirse también y quizá principalmente al Gobierno de Zapatero. ¿Cómo es posible que permitiese la compra del Banco Madrid por la Banca Privada de Andorra cuando eran de general conocimiento las actividades poco claras a las que se ha dedicado desde siempre la banca andorrana? El tema es tanto más sospechoso cuanto que se puso como condición para permitir la venta la de poner al frente del Consejo a José Pérez, miembro destacado de ese grupo de presión denominado Intermoney, conjunto de economistas que consiguieron situarse en los aledaños de la Moncloa como clan de calidad a la sombra de Zapatero.


No hay tiempo ni espacio para señalar las proezas de cada uno de ellos, aunque no dudo de que sería sumamente ilustrativo. Resumamos tan solo algo de la historia profesional de Jose Pérez. Entró en el Servicio de Estudios del Banco de España de la mano de Ángel Rojo. Lo de la mano es literal ya que por aquel entonces no se estilaban las oposiciones a titulados del Servicio de Estudios. Se prefería practicar la dedocracia, de la que don Ángel era un experto señalando a los elegidos entre sus PNN de la facultad. Y de la mano también de Rojo realizó toda su carrera en el Banco de España hasta ser nombrado director general encargado de la supervisión de las entidades de crédito y ahorro, sin que se le conociese formación especial en materia de inspección de la banca privada. Con todo, lo peor fue que de este cargo, sin solución de continuidad, pasó a prestar sus servicios a un banco privado, el BBVA, siendo un temprano exponente de la puerta giratoria. Ahora aparece en la presidencia del Banco de Madrid, designado especialmente por el Gobierno de Zapatero.


Es de esperar que el asunto del Banco de Madrid nos proporcione aún muchas sorpresas. La decisión de liquidarlo, en lugar de la intervención por el FROB, parece bastante lógica, porque lo único que faltaba es que los contribuyentes españoles tuviesen que soportar el coste de arreglar las irregularidades y podredumbres almacenadas en el banco o pagar la más que probable multa que le imponga el Tesoro de los EE. UU. No se explica que un diputado de UPyD interpele al Gobierno acerca de por qué se ha aplicado un sistema distinto al utilizado en las Cajas de Ahorros. El hecho de que se actuase mal en estas instituciones financieras no implica que haya que hacerlo siempre.