Lo
peor de los ricos
Escribí hace tiempo que el fenómeno Berlusconi es
peculiar en el panorama político. Peculiar en la forma, no en el fondo. Lo más
frecuente es que las oligarquías económicas intervengan en política por
personas interpuestas, los políticos. A través del poder que les otorga su
dinero, y en especial los medios de comunicación que controlan, condicionan la
elección de los gobernantes, que en buena medida terminan actuando como sus
albaceas. El caso Berlusconi es peculiar porque el dinero decidió descender
personalmente a la palestra y competir de forma directa. En pugilato tan
desigual no caben demasiadas dudas acerca de quién pueda ser el ganador; de
este modo, todo queda mucho más claro y aparecen de forma más evidente las
trampas del sistema.
Lo peor de Berlusconi es el descaro, la
desvergüenza, el desprecio por las instituciones. Es la desfachatez, la
altanería que proporciona el dinero, la conciencia de clase de quienes lo
detentan; el convencimiento de que las leyes y la justicia no les atañen, que
están hechas exclusivamente para los mortales, para los ciudadanos de a pie. El
dinero hace milagros. Con dinero se pueden comprar voluntades, controlar los
medios de comunicación de un país y a través de ellos convertir a un
delincuente en presidente del gobierno. Berlusconi utiliza con total impudor el
Parlamento italiano en su propio beneficio; fuerza la elaboración de leyes a su
medida, con la única intención de blindarse judicialmente y eludir la acción de
la justicia. Berlusconi desprecia a la justicia, desdeña al Parlamento, se ríe
de la democracia, bien sabe él lo fácil que es burlarla, adulterarla.
Berlusconi se mofa de Europa y de los
europarlamentarios, los menosprecia. Se siente con derecho a insultar, a
ofender. ¿Cómo va a pedir excusas él? Berlusconi denominó a sus oponentes
turistas de la democracia. Él es un turista de la política. Los ricos entran en política como los
turistas del primer mundo en los países subdesarrollados, con ese sentimiento
de superioridad tan insultante. No es la pobreza la que genera las
revoluciones, sino el despotismo y la altanería de los poderosos. Lo peor de
los ricos es la insolencia. Lo peor de Berlusconi, su petulancia. Lo peor de
EEUU, la patente de corso a la que cree tener derecho.
EEUU es un
país rico, el más poderoso del mundo, por ello actúa con el desdén de los
fuertes. ¿Por qué habrían de someterse sus súbditos a los tribunales
internacionales? Las normas y las convenciones no rigen para ellos. Los
norteamericanos se sienten con el derecho de invadir a su libre albedrío
cualquier otro país. Pueden crear en Bagdad campos de concentración y mantener
miles de personas prisioneras, en condiciones infrahumanas, sin ninguna garantía
ni derechos. Amnistía Internacional acaba de denunciar una relación de casos
espeluznante. Se repite Guantánamo. Guantánamo es el símbolo del desprecio de
que hace gala la primera potencia mundial frente a los derechos humanos. ¿O
acaso es que sólo los norteamericanos son humanos?
En Guantánamo van a comenzar los juicios militares,
sin permitir a los acusados conocer de qué se les acusa y cuáles son las
pruebas aportadas. Tendrán defensores militares de oficio sin garantías de
confidencialidad en las comunicaciones. Es más, el proceso se puede celebrar a
puerta cerrada cuando implique secretos oficiales, lo que sin duda va a ser
frecuente. En el caso improbable de que alguno de los acusados sea declarado
inocente no por eso quedará en libertad ya que son combatientes ilegales, nueva
terminología acuñada por el Pentágono. En Guantánamo se va a edificar -¡cómo no!- una cámara de ejecuciones.
Pero los americanos no piden perdón ni se
avergüenzan de tales atrocidades. Todo lo contrario, se sienten orgullosos de
sus actos. Son americanos. Lo peor de los ricos es la impudicia con la que se
consideran más allá de toda norma. Lo peor de los ricos es que creen que su
opulencia les sitúa en un mundo aparte repleto de privilegios, en el que no
rigen las obligaciones que constriñen al resto de los mortales. Lo peor de los
ricos es que a menudo la realidad les da la razón.