Dogmatismo
episcopal
Me he referido con frecuencia al comentario
que en cierta ocasión me hizo un amigo perspicaz, perteneciente a ese colectivo
que puede votar tanto al PP como al PSOE: “El PP pierde con los obispos los votos
que gana con el Estatuto”. Discrepo, por tanto, de aquellos que consideran que
la manifestación del pasado día 30 en Madrid constituyó un acto electoral de
esta formación política. Aun en el caso de que lo hayan pretendido, el
resultado habría sido precisamente el contrario.
Es posible que parte del Partido Popular
estuviese detrás de la manifestación de Madrid, pero se equivoca. Los obispos y
El acto del pasado día 30 representa el
punto álgido de un proceso involucionista de
Aquí radica el quid de la cuestión. El PSOE
y algunos comentaristas se confunden cuando reprochan a
Sería jocoso, si no fuese porque para muchas
personas puede tener efectos bastante negativos, escuchar al arzobispo de
Valencia afirmar que la cultura laicista que promueve el Gobierno puede
conducir a la disolución de la democracia. Porque es que monseñor García-Gasco es representante de una organización profundamente
jerarquizada y en la que la democracia brilla por su ausencia, carente de
cualquier elección -como no sea la
endogámica del Papa por los cardenales- y de cualquier tipo
de diálogo. Todo, absolutamente todo, se determina jerárquica y dogmáticamente.
Muchos fieles y sacerdotes al escucharle habrán pensado que ya les gustaría a
ellos tener en
Pero, con todo, la gravedad no radica en
cómo sea la estructura interna de
Lo que es inadmisible de la postura de los
obispos españoles, por otra parte en absoluto nueva, es el intento de convertir
un código moral que debería ser aceptado voluntariamente por los seguidores de
una confesión religiosa en leyes civiles impuestas coactivamente por el poder
político. Católicos a la fuerza. Cuando el cardenal arzobispo de Madrid afirma
que la ley de matrimonios homosexuales o la del divorcio representan un
retroceso en los derechos humanos no puede por menos que producir hilaridad.
La jerarquía católica se sitúa fuera de
Las doctrinas autocráticas y dogmáticas se
caracterizan, entre otras cosas, por escudarse tras supuestos derechos de
entelequias colectivas a los que terminan sacrificando los derechos
individuales. Los nacionalismos juran defender los derechos territoriales o de
hipotéticos colectivos etnológicos; el nacional catolicismo episcopal, los
derechos de la familia cristiana y española. ¿Pero es que a alguien se le
obliga a divorciarse? ¿Es que a los homosexuales se les obliga a casarse? La
contradicción llega al sinsentido de que los obispos se encabriten porque el
matrimonio civil sea disoluble, cuando según su doctrina constituye un mero
amancebamiento. ¿No será quizás que lo que pretenden es que todos acepten el
matrimonio canónico, y se castigue con la cárcel, como en tiempos del
franquismo, el adulterio? Siempre claro está que el adulterio lo hubiese
cometido una mujer, porque en el caso del hombre hasta estaba bien visto.
El error del poder político ha consistido en
pensar que al sectarismo dogmático se le puede refrenar con concesiones. Las
concesiones a los nacionalismos lo único que han conseguido es exacerbarlos y
potenciarlos; las concesiones a los obispos han servido solo para que se
crezcan y cuenten con más medios e instrumentos en su ofensiva contra la
democracia. Es hora de terminar con todos los privilegios y ya que no somos
capaces de llevar a cabo ninguna revolución social, asumamos al menos la
liberal que la mayoría de los Estados europeos emprendieron hace muchos años,
una sociedad de ciudadanos iguales, sin discriminaciones ni territoriales ni
confesionales.