Una
letra y seis meses
Hace
apenas un año circuló un chascarrillo en los medios financieros. ¿Cuál es la
diferencia entre Islandia e Irlanda? Una letra y seis meses. Lo de la letra estaba
claro; lo de los seis meses remitía al plazo en el que se pensaba que el tigre
celta iba a encontrarse en la misma triste situación que el país del norte.
Entonces parecía una boutade exagerada, ya que no era previsible que se pudiera
repetir el desastre económico de Islandia. No obstante, ambos países tenían un
rasgo común: eran pequeños y tenían un sistema financiero desproporcionado para
su tamaño.
La
llamada mundialización ha dejado al descubierto su enorme mentira. Bajo sus
principios, muchas entidades financieras se han transformado en gigantescas
multinacionales; en algunos casos, sobrepasan en tamaño y en potencia económica
a los estados en los que han surgido. Se afirma que en este nuevo orden las
empresas no tienen nacionalidad, pero lo cierto es que, tan pronto ha surgido
la crisis, han comenzado las banderas a agitarse y las entidades financieras a
reclamar protección de sus estados. Sin embargo, algunas eran tan grandes y sus
países tan pequeños que los arrastraron al abismo. Este ha sido el caso tanto
de Islandia como de Irlanda.
En
concreto, el llamado tigre celta asumió todos los principios del capitalismo
liberal, lo que propició una burbuja especulativa de enormes proporciones que
si bien generó durante unos años tasas de crecimiento espectaculares, lo hizo a
expensas de un fuerte endeudamiento. Los bancos, totalmente liberalizados, se
hipotecaron en el exterior para conceder préstamos irresponsables en el
interior. El descenso del valor del suelo y de la vivienda los puso contra las cuerdas.
El Gobierno irlandés adoptó la peor solución posible: respaldó totalmente a sus
bancos, no sólo garantizando el 100% de los depósitos, sino todos los pasivos
bancarios.
El
resultado es que hoy Irlanda se encuentra en una situación peor que la de Islandia,
país que hizo recaer parte del coste de la insolvencia sobre los acreedores
extranjeros, impuso el control de capitales y devaluó su moneda. Nada de esto
le está permitido hacer a Irlanda, ya que pertenece a