Cuevas
tiene razón
El presidente de la
patronal manifestó, hace algunos días, que en la economía española existen
puntos débiles muy serios que hay que atender. Tiene razón. Solo que el hecho
no tiene nada de novedoso. Está bien que frente al triunfalismo económico
actual se establezca un contrapunto, pero también hubiese sido interesante que
éste se hubiese colocado en el pasado cuando el gobierno era de otro color
político. Insisto, los puntos débiles de nuestra economía vienen de muy lejos, como
de lejos vienen la favorable coyuntura económica y el triunfalismo
gubernamental.
Cuevas tiene razón en situar la inflación
como uno de los problemas de la economía española. Aun cuando los últimos datos
hayan sido mejores que los esperados, lo cierto es que la diferencia de
inflación con respecto a los demás países de la zona euro es lo realmente
importante y esta se mantiene. El presidente de
En todo ello al señor Cuevas no le falta
razón, pero debería ir más allá y preguntarse dónde se encuentra el origen de
este comportamiento negativo de nuestra economía. El discurso oficial siempre
oculta algo obvio y elemental y es que los precios los fijan los empresarios.
Detrás de la inflación lo que se encuentra es la lucha entre los distintos
tipos de renta, principalmente salarios, beneficios y rentas de capital, por
aumentar su participación en
El presidente de
El señor Cuevas no
se equivoca, pero debería de terminar el razonamiento y asumir que, una vez
más, es la mala distribución de la renta (a favor del capital y en contra del
trabajo) la que se encuentra detrás de esta lacra de la economía española; al
tiempo que engordan los beneficios empresariales, crece aceleradamente el
endeudamiento de las familias.
Es sumamente curioso que todo el mundo se
apresure a señalar las muchas secuelas negativas que presenta el endeudamiento
del sector público, no parece, sin embargo, que se efectué el mismo análisis
cuando son las familias las que se hipotecan, y lo cierto es que las
consecuencias son tanto o más adversas en este último
caso. De nada vale que el Estado no tenga déficit si la contrapartida es el
endeudamiento de las familias. En ambas situaciones se está creciendo (en el
caso de que se crezca) a crédito, lo que sin duda tendrá efectos nocivos para
el desarrollo futuro, a no ser que se cumplan los presupuestos keynesianos,
pero no veo yo muy keynesianos a los fustigadores del déficit público.