Sintel como precedente
El caso Sintel
constituye un importante precedente. Para unos, gozoso precedente, muestra
inequívoca de que cuando los de abajo se unen, aunque con muchos sacrificios,
terminan logrando sus reivindicaciones. Ésa ha sido la historia del movimiento
obrero y de la clase trabajadora. Cada conquista social ha sido alcanzada con
sangre, sudor y lágrimas. Nada se les ha regalado, cualquier pacto ha llegado
siempre precedido de lucha y esfuerzo, y raras veces por los cauces
institucionales establecidos.
Peligroso precedente
para otros, para la parte más reaccionaria del PP,
para el ayuntamiento
de Madrid,
porque resulta arriesgado que los obreros ganen,
sobre todo después de tantas derrotas. ¿Y si se acostumbran?
La amenaza es aún mayor
cuanto que el triunfo se
ha conseguido por procedimientos escasamente ortodoxos, al
margen -incluso en contra- de las normas y
las ordenanzas, estableciendo un campamento en plena Castellana.
Una mano negra
además debió de prohibir el desalojo; con lo que hubiese
disfrutado la señora Tardón
echando encima de esa chusma a
sus aguerridos alguaciles
municipales. Hay que reconocer que el delegado del
Gobierno en Madrid también se habría deleitado lo suyo utilizando
los antidisturbios. Peligroso, peligrosísimo. Mira que si a
todos los marginados,
depauperados y explotados se
les ocurriese, en lugar de rellenar
instancias, acampar en el centro
de Madrid...
Por eso, el alcalde y
los señores concejales del PP
intentan por todos los medios
desprestigiar a los trabajadores de Sintel. Pero lo que les resultaba
más indignante es que pretendiesen además
quedar bien, limpiando y arreglando el
lugar de acampada. Hubo que
echarlos y meter de inmediato
empleados del ayuntamiento, o de cualquier contrata
que públicos van quedando ya
pocos. Meter muchos barrenderos para que las cifras engordasen
y se pudiera
hablar de 100
millones de pesetas.
El señor López Viejo ha
llegado a afirmar que nunca una superficie
tan reducida estuvo tan sucia. Vaya, y durante
estos seis meses no nos
habíamos enterado. Según el concejal, todo han sido
destrozos. Nada que ver
con esas concentraciones
pulcras y distinguidas
que se celebran
en Neptuno o en la Cibeles
cada vez que
uno de los
dos clubs de
la capital consigue algún trofeo. En
estas ocasiones no hay apenas
desperfectos, todo lo más alguna travesura
de niño famoso
y rico que se considera por
encima de toda
norma y se
pone la Cibeles
por montera; pero para eso
está papá alcalde, tolerante y bonachón que se
limita a reprender
a los jugadores
como infantes traviesos, y hasta la
próxima en que se vuelva a repetir
el aquelarre. Y es que el alcalde
es muy comprensivo
con el fútbol, tan comprensivo
que a costa
del erario municipal ha solucionado
de golpe todos
los problemas financieros del Real Madrid,
en una operación
urbanística de altos vuelos.
Eso sí que
son millones.
Lo de
Sintel ha sido un precedente
didáctico para todos, anticipación
de lo que
puede ocurrir con muchas empresas
privatizadas y en lo que suele
terminar eso que llaman globalización. Los gángsters extranjeros hacen el agosto,
los trabajadores se quedan en
la calle
y el erario público debe asumir
los costes sociales. Bien entendido que lo de extranjero es siempre relativo. Para España es Mas Canosa; pero para Argentina,
Iberia, Telefónica o el BSCH. Y
no se arguya
esa tontería de que la
globalización no es una ideología sino una realidad. Realidad también
lo fue -o lo es- la esclavitud, el fascismo
o las relaciones
sociales y laborales de la
Revolución Industrial. La realidad
se construye y modifica a
partir de las
ideologías.
El ínclito
López Viejo puso la guinda: "Lo
que nos ha
dejado Sintel a los madrileños
es un millón de kilos de basura". Estoy seguro de que a muchos madrileños les ha
dejado otra cosa. A algunos la esperanza –así se llamaba el campamento- de que
la realidad se pueda cambiar, y al señor López Viejo y a otros como él el
miedo, el miedo a que la realidad se cambie y ellos pierdan prebendas y canonjías.