Las
Autonomías y la Unión Monetaria
El
Gobierno de la Generalitat catalana acordó la semana pasada recurrir al fondo
de liquidez autonómica por 5.023 millones de euros. El portavoz del Ejecutivo,
Francesc Homs, quiso dejar claro sin embargo que no aceptarían
condiciones políticas y añadió que estaban solicitando el dinero de los propios
catalanes, “algo que ya es nuestro”. La frase tiene su importancia porque
expresa bien a las claras la distorsión jurídica y política en la que se mueven
los partidos nacionalistas: lo que es de los catalanes es de la Generalitat.
Quien
solicita ayuda financiera no son los catalanes, sino la Generalitat, que es una
de las tres administraciones públicas que los catalanes, como todos los
ciudadanos españoles, tienen. Una de esas administraciones, la Generalitat, es
la que pide ayuda a otra, el Estado, que por supuesto es de los catalanes, y de
los andaluces y de los madrileños y de los canarios, etc.
Hay
que suponer además que, tal como están las cosas, esos recursos canalizados
mediante el fondo de liquidez no sean ni de los catalanes ni de los extremeños
ni de los castellanos manchegos (ya que el descenso de recaudación no
constituye exclusivamente un problema de la Generalitat; también y
principalmente de la Administración central), sino que provengan de préstamos,
préstamos que los mercados y los bancos ya no conceden a las Comunidades
Autónomas; únicamente, y no se sabe por cuánto tiempo, al Estado y a algún
organismo como Loterías.
Tampoco
estuvo muy acertado el portavoz de la Generalitat en su concepción de Europa
cuando contrapuso el fondo de liquidez autonómico con los créditos europeos, al
afirmar que “en cambio, los recursos que puede recibir España se nutren de la
aportación de otros contribuyentes europeos”. De otros contribuyentes y también
de los españoles. Cada país aporta en proporción a su PIB. Los recursos, en
contra de lo que algunos piensan y parece que Homs
también, no provienen exclusivamente de Alemania. Este país en términos
relativos no ha puesto un solo euro más que España o que Italia. Y lo mismo
cabe decir de las operaciones del BCE. Aunque no lo parezca, es el banco
central de todos los países de la Eurozona, y los recursos que maneja
pertenecen a España tanto como a Alemania.
Pero
es que, por otra parte, Alemania no es la pagana, sino la beneficiaria y
receptora de fondos. En primer lugar, porque, gracias a tener atados de pies y
manos a los otros países, se está financiando a un tipo privilegiado, que tiene
como contrapartida las altas tasas de interés que los demás tienen que
soportar. En segundo lugar y principalmente, porque, al mantenerse fijo el tipo
de cambio, la economía alemana gana competitividad mientras que las del resto
de los países la pierden.
Lo
que ahora se está produciendo es una transferencia de fondos en sentido inverso
del que se piensa, transferencia a través del mercado, opaca y encubierta, pero
no por eso menos real. El mantenimiento del mismo tipo de cambio entre Alemania
y el resto de los países empobrece a estos y enriquece a aquella; genera un
enorme superávit en la balanza de pagos del país germánico mientras que en las
de las otras naciones se genera un déficit insostenible. Se crea empleo en
Alemania y se destruye en los demás países miembros.
Es
por esa razón por la que, tradicionalmente en cualquier Estado, junto a la
unión de mercado y monetaria se da una unión fiscal con caja única e impuestos
progresivos que, si no compensa, al menos corrige parcialmente los
desequilibrios creados por el mercado; por supuesto entre los ciudadanos, pero
como consecuencia de ello también entre las regiones. Por eso, una unión
monetaria no tiene sentido y está abocada al fracaso sin una unión fiscal,
unión fiscal verdadera, que no se reduce a un mero pacto sobre el déficit
público, como pretenden vendernos en Europa. Por eso también es tan grave que
en estos momentos ciertos partidos pretendan romper la unión fiscal de España;
aunque a decir verdad ya la rompió nuestra Constitución cuando mantuvo el
sistema privilegiado del concierto vasco y navarro. Resulta irritante la
postura un tanto cínica del consejero de Hacienda del País Vasco, al afirmar
que “él no pide dinero, sino que a él se lo piden”.
La
Unión Monetaria europea puede adicionalmente tener un efecto perverso sobre
España. Propicia el hecho de que algunas Comunidades Autónomas aspiren a copiar
el modelo de desarticulación fiscal europeo y de que incurramos dentro de
nuestro país en unos desequilibrios territoriales semejantes a los que se están
generando en la Eurozona. La imposición fiscal no es un asunto de solidaridad,
sino de justicia. Si los catalanes o los madrileños contribuyen más por término
medio, es porque también por término medio son más ricos que los habitantes de
otras Comunidades. Y si reciben del sector público menos, es por el mismo
motivo.