La recesión económica

Los últimos datos económicos conocidos confirman el hecho, por otra parte evidente, de que nuestro país no es una isla, y está sometido, por tanto, a los avatares de la actividad económica internacional.

Uno a uno se van desmoronando todos los tópicos del triunfalismo oficial. Resulta que sí, que existen los ciclos y que no es cierto que la mágica política económica neoliberal hubiese descubierto el crecimiento estable y continuo. El gran paradigma, Estados Unidos, ha entrado en recesión y lo que es más desconcertante, un gobierno profundamente conservador como el de Bush, a la hora de la verdad se apunta al keynesianismo, aunque sea en su forma más burda y retrógrada, la que reduce los impuestos y desata una guerra para expandir los gastos militares; de cualquier modo está dejando en ridículo la ortodoxia europea no sólo porque Greenspan aplique una política monetaria bastante más expansiva que el BCE, sino también porque la administración Bush no tiene ningún reparo en destinar miles de millones de dólares a defender a las compañías norteamericanas de aviación.

Los datos publicados el pasado lunes abogan por que nuestro país también se adentra de forma rápida en la recesión. En octubre el número de parados registrados en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo se ha incrementado en 51.452 personas, un 3,46% respecto a septiembre. En los últimos doce meses, lejos de reducirse, los inscritos en el INEM han aumentado su número en 9.860 personas, un 0,64%. Si el paro registrado no expresa de manera adecuada el nivel absoluto del desempleo, sí constituye un reflejo bastante fiable de la tendencia, con lo que el dato de octubre se presenta como un mal augurio.

Esto mismo viene a confirmar el Banco de España cuando anuncia en su último boletín económico un crecimiento interanual del PIB para el tercer trimestre, del 2,5%, bastante inferior al del segundo. En realidad, trimestre a trimestre, la economía española viene desacelerándose desde 1999. Lo que resulta por otra parte evidente es que difícilmente va cumplirse el 3% de la previsión oficial para el presente año, y mucho menos, desde luego, el 2,9% estimado para el 2002.

Tan malas noticias precisan de inmediato de cataplasmas. Y cataplasmas, aunque sean económicas, se apresura a colocar el propio Banco de España señalando el atentado de las torres gemelas como causa fundamental de la crisis. Más grave resulta aún que deforme la realidad, afirmando que "el mantenimiento de un diferencial en el crecimiento positivo con Europa es un hecho que no había tenido lugar en otras fases de desaceleración cíclica más recientes". Hay economistas que lejos de dedicarse a la economía practican la apología y agrupan los años y los acontecimientos a su antojo y conveniencia para demostrar lo que se desea.

Basta con remontarse a la última crisis económica para demostrar la falsedad de la anterior aseveración del BE. Es en 1988 cuando se inicia tanto en Estados Unidos, como en Europa y en España, la desaceleración económica. A pesar de ello hasta 1991, el crecimiento económico de nuestro país es superior al de Estados Unidos y al de la Unión Europea. En realidad, únicamente en el año de mayor depresión (1993) y en el que comienza la recuperación (1994), Europa crece por término medio por encima de España.

Nadie se atreverá hoy a afirmar que estamos al final de la recesión o al comienzo de la recuperación. En economía, comparaciones tan alegres son siempre sumamente relativas y peligrosas porque pueden inducir a los mayores errores, pero mucho más si se abandona la objetividad y se persigue, como en este caso, una finalidad apologética, mostrar de cualquier modo la bondad de la unión monetaria. Hay que tener cuidado, no sea que la realidad venga de nuevo a dejarnos en ridículo tal como les ha sucedido a algunos con la muerte de los ciclos.