El Banco de España y la inflación

A la vez que se conocía el mal dato de los precios en octubre, el Banco de España comenzaba a entonar su cantinela preferida: la culpa de todo rebrote inflacionista la tienen las retribuciones de los trabajadores y más concretamente la cláusula de revisión salarial. Respecto a esta monserga, poco importa qué partido esté en el poder y quién sea el gobernador del Banco de España. De ahí la inútil polémica acerca de la independencia de este cargo. Todos son, y si no lo eran terminan por hacerse, de derechas, fieles adictos del neoliberalismo económico más rabioso.

Uno de los grandes borrones de la política económica, tanto de este Gobierno como del anterior, ha sido la evolución negativa de los salarios, que ha hecho que por término medio los trabajadores, lejos de beneficiarse del crecimiento de la economía, hayan perdido poder adquisitivo. Las estadísticas son claras al respecto, e indican cómo los salarios españoles han sido los que menos han crecido de la Unión Europea y cómo la distribución de la renta ha evolucionado en contra de las retribuciones de los trabajadores y a favor del excedente empresarial.

Si el discurso económico está repleto de falacias, será seguramente en todo lo referente a la inflación cuando los sofismas se hacen más presentes. Mentira tras mentira, muchas de ellas contradictorias entre sí, (pero eso poco importa) se van acumulando hasta construir un edificio ciertamente asentado sobre arena, pero que se mantiene a fuerza de repeticiones constantes.

Desde la oposición, desde algunos servicios de estudios y desde las asociaciones empresariales se critica la subida de los precios por el efecto perverso que va a tener sobre el consumo. Conviene matizar tal aseveración. La incidencia negativa no afecta a todos los consumidores. La inflación no perjudica a todos por igual. Algo que no se suele decir es que detrás de los precios están los beneficios empresariales, que son los que van a verse favorecidos. Los empresarios, los dueños de las empresas, en general los poseedores de las rentas de capital, salen agraciados y, por lo tanto, es muy dudoso que reduzcan sus gastos. Son los trabajadores los únicos damnificados y los que tendrán que aminorar su consumo. Pero para ser exactos habrá que afirmar que la verdadera causa de tal disminución se encuentra no exclusivamente en los precios sino en que su tasa de crecimiento es mayor que la de los salarios.

En una economía cerrada la subida de los precios tendría un efecto neutro siempre que su incremento fuese igual y uniforme en todo los artículos (incluyendo los salarios como precio del trabajo y el tipo de interés como precio del capital). El efecto nocivo de la inflación radica en que se distribuye de forma irregular según sea el tipo de renta y en que resulta imposible que el aumento de los precios sea igual en todos los países.

En el caso de España los factores negativos hay que buscarlos, en primer lugar, en el diferencial de inflación que mantenemos año tras año con respecto a las otras economías europeas, lo cual nos hace perder permanentemente competitividad, competitividad que desde nuestra permanencia en la moneda única no podemos recuperar por medio de las devaluaciones tal como era tradicional en el pasado. El resultado es un desorbitado déficit exterior que se incrementa cada año y del que difícilmente vamos a salir. En segundo lugar, hay que  buscarlos también en que los salarios no evolucionan al mismo ritmo que los precios y las rentas del trabajo salen gravemente perjudicadas. Es una ironía que el Banco de España desee que lo sean aún más por el procedimiento de eliminar la cláusula de revisión salarial allí donde existe, que por supuesto no se extiende a todos los trabajadores.

El Banco de España arremete contra la cláusula de revisión de los convenios culpabilizándola de que los salarios se pacten sobre la inflación pasada y no sobre la inflación prevista. Pero precisamente es todo lo contrario y así lo ha tenido que reconocer el propio vicepresidente económico. La existencia de la cláusula de revisión permite pactar la subida de las retribuciones de acuerdo con la previsión de incrementos de precios; los trabajadores dan un voto de confianza a los empresarios y solo cuando estos no cumplen, es decir cuando la inflación se dispara y sobrepasa la previsión inicial (desviación que de ningún modo se puede achacar a los trabajadores, puesto que sus retribuciones se han incrementado únicamente en lo previsto), es cuando actúa la cláusula de revisión para restituir el equilibrio que había roto el incremento excesivo de los precios.