La
lengua vernácula de la monarquía
Me cae bien esta chica. Eva Sannum ha roto la monolítica estructura de la información
que desde hace tiempo nos rodea. Ha conseguido lo que no han logrado ni el desempleo
-aún estamos en tasas del 13%-, ni el drama de los inmigrantes, ni la reforma
laboral, ni el pacto de pensiones, ni la posible crisis económica
internacional. Ella sola ha sido capaz de alejarnos, al menos un poco, del monotema del nacionalismo y del País Vasco.
Gracias a ella, además, estoy aprendiendo
muchas cosas de la monarquía constitucional. Quizá con curiosidad malsana, me
he preguntado siempre cuál era su utilidad, porque si la soberanía reside en el
pueblo y el poder efectivo, en las Cortes y en el Gobierno ¿para qué carajo
queremos un monarca? Lo de la encarnación de la soberanía nacional me parece
muy metafísico y lo de las funciones simbólicas y representativas, demasiado
caro y etéreo.
Gracias a Eva Sannum,
monárquicos de prosapia se han apresurado a ilustrarnos. La principal función
de la monarquía es perpetuarse a sí misma, reproducirse. Algo así como el
capital que antes que producir para los consumidores debe producir para la
acumulación. O sea, que el Rey no puede ser estéril, ni homosexual, ni un
empedernido solterón. Es una institución familiar «que convierte su
comportamiento privado Carlos Seco dixit en un espectáculo social capaz de
sublimar y reflejar los valores morales y sociales de la sociedad en su
conjunto». Similar a los santos. Pero nadie cree ya en éstos -en todo caso, en
los de papel cuché-, y la gente como espectáculo prefiere Tómbola o Gran
Hermano. Eva Sannum, escribía Juan Balansó, podría convertirse, como regente, en Jefe de
Estado sin que nadie más que su marido la haya elegido. Y me pregunto yo:
¿quién ha elegido a su marido? e ¿intervendríamos más en la designación porque
la futura reina perteneciese a la aristocracia?
El problema estriba en que no es posible
racionalizar lo irracional. Una monarquía democrática es una contradictio in términis. Sin su
esencia mágica, cuasi religiosa, se queda en nada, para conservar ésta no puede
modernizarse. Los mitos devienen absurdos tan pronto como se les priva de los
ornamentos y rituales misteriosos que los acompañan. La supresión del latín de
la liturgia católica abrió los ojos a muchos creyentes. Esta chica me cae bien.
Eva Sannum puede ser la lengua vernácula de la
monarquía española.