La cusa última de la
crisis
Los
mercados son globales; los Estados, nacionales. He ahí el origen de todos los
desequilibrios. La aceptación del libre comercio –téngase en cuenta que entre
el libre comercio y la autarquía hay un enorme trecho— y la libre circulación
de capitales ha creado un mundo económico anárquico en el que la regulación ya
no es posible.
Desde
1980, el abanico entre los resultados positivos y negativos de las balanzas de
pago de los distintos países se ha multiplicado por cuarenta. En aquel momento,
apenas existían desequilibrios significativos en los saldos comerciales de los
principales países. La situación actual es radicalmente distinta. Según el FMI,
China y el Cercano Oriente financian el 86% del déficit comercial de los países
industrializados. EEUU, la Unión Europea, Australia y Canadá presentaban antes
de la crisis un déficit de la balanza por cuenta corriente cercano al billón de
dólares; mientras China, Japón, Indonesia, Corea, Malasia, Singapur, Tailandia y
Taiwán mantenían un superávit cercano a los 800.000 millones.
La
expresión más clara de este brutal desajuste se encuentra en el binomio
China-EEUU. EEUU es el principal cliente de China y éste, el principal acreedor
de EEUU. China ahorra para prestar a EEUU con la finalidad de que le compre sus
productos y EEUU consume los productos chinos a base de endeudarse. Detrás de
todo ello se encuentran la ideología neoliberal y la deslocalización de las
empresas.
La
globalización es el gran invento del capitalismo moderno. Las empresas
pretenden producir en los países subdesarrollados o emergentes en los que los
salarios son misérrimos, las condiciones de trabajo y medioambientales,
tétricas, y la fiscalidad y los gastos sociales, inexistentes; y, al mismo tiempo,
desean vender la producción en los países occidentales donde el nivel de vida
es elevado.
Pero es
que precisamente la deslocalización, y en general todo el ideario económico
neoliberal, ha incrementado fuertemente las desigualdades y ha terminado mermando
intensamente la capacidad de compra de las clases populares; capacidad de
compra que las empresas precisan para sostener la demanda. De ahí que el
sistema haya arbitrado el único mecanismo posible para mantener el equilibrio:
facilidades crediticias a las familias para que continúen consumiendo aunque
sea a crédito. Equilibrio a todas luces inestable e insostenible a medio plazo.
Tal como estamos viendo el endeudamiento tiene un límite.
Fabricar
en China y vender en EEEU es una situación que no puede prolongarse
indefinidamente. Ambos países se encuentran en un laberinto de difícil salida.
EEUU se queja de que China mantiene infravalorado el yuan, y la republica
comunista de que EEUU no sostiene el cambio del dólar. Norteamérica no puede
continuar incrementando su déficit exterior sin hacer peligrar su divisa y sin
ponerse en las manos –oh, paradoja- de un país como China. Pero China depende
de sus exportaciones, que significan acumular dólares, dólares que no puede
vender sin precipitar al abismo a la divisa americana y por ende a sus
inversiones.