Iguales
en el pensamiento único
El alcalde de Madrid, en su meditada alocución ante
el Congreso del PP, se refirió a la necesidad de abandonar el pensamiento
único. Me temo que una vez más las palabras pierden significado, se adulteran y
terminan empleándose en un sentido radicalmente distinto de aquel para el que
fueron acuñadas. Nadie puede dudar de que a menudo las posiciones en las que se
instalan los políticos son divergentes, aun cuando pertenezcan
a un mismo partido. De ahí que muchos comentaristas hayan subrayado la
oposición entre el discurso de Gallardón y el resto de las intervenciones. Pero
tales antagonismos, incluso tratándose de formaciones políticas distintas,
obedecen en la mayoría de los casos a estrategias de poder y no a diferentes
planteamientos ideológicos; en ningún caso arañan siquiera la cáscara del
pensamiento único, en el que hoy por hoy casi todos los políticos están
enquistados.
Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón
aparentemente pueden situarse en bandos opuestos, pero a la hora de la verdad,
en materia económica y social, apenas se diferencian. Con discursos distintos
los dos acuden a los impuestos indirectos, los más injustos, cuando se trata de
obtener recursos. Este año la Comunidad y el Ayuntamiento, por diferentes
caminos, inciden a la hora de elevar la presión fiscal en la misma fuente
tributaria: la propiedad inmobiliaria.
La Comunidad ha subido un treinta por ciento la tablas de referencia de la valoración de los bienes
inmuebles. Aquellos valores que la Administración autonómica toma en
consideración a efectos de aplicar, por ejemplo, el Impuesto de Transmisiones
Patrimoniales. El Ayuntamiento ha adelantado la aplicación del cien por cien de
los nuevos valores catastrales, con lo que el Impuesto sobre Bienes Inmuebles
(IBI) sube considerablemente, basta con mirar los nuevos recibos.
El pensamiento único, en apariencia, se sitúa en
contra del incremento del gasto público y de la presión fiscal, pero tras este
planteamiento general lo que se encuentra en realidad es la repulsa a
determinados gastos y a ciertos impuestos, mientras que no parece tener inconveniente en proponer otros.
En materia de gastos, repudia principalmente las prestaciones sociales y los
servicios públicos, pero aboga con frecuencia por mayores gastos en defensa, en
policía, en obras faraónicas con fuertes plusvalías para los constructores o en
subvenciones a empresas. En lo relativo a los ingresos, se abomina de los
tributos progresivos y de los que gravan el capital o a las empresas, pero se
usan con descaro los indirectos, las tasas y otras contribuciones.
El Gobierno
del PP eliminó el Impuesto de Actividades Económicas a la mayoría de los
empresarios. Estaba cantado que esta reducción de los recursos municipales se
iba a compensar subiendo el IBI, gravamen que recae sobre la vivienda de todos
los ciudadanos. Ruiz Gallardón aplica ya para el presente año esta subida en
Madrid. Esperanza Aguirre anunció que piensa bajar el Impuesto de Sucesiones,
un tributo progresivo que recae fundamentalmente sobre los patrimonios altos o
muy altos, pero lo que no dijo era que iba a elevar un impuesto indirecto como
el de Transmisiones Patrimoniales. Gallardón y Aguirre. ¿Son tan diferentes?