Reforma, sí; contrarreforma, no
Este año, el primero de mayo se ha celebrado bajo el
fantasma de la crisis económica y la amenaza del abaratamiento del despido. No
deja de ser paradójico que el neoliberalismo económico, que ha sido el culpable
la crisis y que, por lo tanto, debería aparecer como el villano de la función,
quiera por el contrario erigirse en nuestro país en el protagonista y
triunfador.
España es diferente. Cuando en todos partes se vuelve
la mirada hacia las políticas keynesianas y se abjura, aunque sea con la boca
pequeña, del fundamentalismo de mercado, aquí, en nuestro país, la derecha
política y económica, los empresarios, algunos técnicos y la mayoría de los
medios de comunicación continúan, erre que erre, con la ideología neoliberal. Es más, quieren
aprovechar la crisis para reducir las pensiones o abaratar el despido.
La ofensiva es tan fuerte que los sindicatos han
tenido que centrar en buena medida este primero de mayo en defenderse frente a
la pretendida reforma laboral. Hay quien dice que la mejor defensa es un ataque
y eso es lo que debería de hacer la izquierda: atacar proponiendo una reforma
laboral, pero en sentido contrario a la que exige la patronal, porque si algo
sobra en el mercado de trabajo español es flexibilidad.
La presidenta de
Todas ellas utilizaban las mismas falacias. Primero,
para luchar ─según decían─
contra el paro, se promocionan múltiples clases de contratos temporales. Más
tarde, y como la temporalidad es muy elevada, con la excusa de reducirla se
propone abaratar el despido. Pero la precariedad no redujo las tasas de desempleo
que sólo disminuyen cuando se reactiva la economía, y por más que se abarate el
despido la temporalidad no desciende. En momentos de recesión como el actual,
lo único que se consigue abaratando el despido es que el ajuste se traslade
inmediatamente al mercado de trabajo sin que las dificultades afecten a las
empresas o a las rentas de capital.
La prueba evidente de la enorme flexibilidad del mercado laboral español es la impresionante velocidad, mucho mayor que en el resto de los países, con la que la crisis se traduce en cifras de paro. No estamos hablando de crear empleo sino de destruirlo y si se destruye con tanta facilidad únicamente puede ser porque es sencillo y barato despedir.