La
nacionalidad de las empresas
La indignación de
los patriotas se ha desatado una vez más. En esta ocasión, con el anuncio de
que Chávez está dispuesto a nacionalizar el Banco de Venezuela, filial del
Santander. “En el extranjero se está maltratando a las empresas españolas”.
¿Españolas? ¿No habíamos quedado en que con eso de la globalización las empresas
no tienen nacionalidad?
En un orden
económico presidido por la libre circulación de capitales, ¿cabe hablar de
empresas nacionales y extranjeras? ¿Qué criterios emplear para clasificarlas en
uno u otro grupo? Cuando todo español -si tiene dinero, claro- puede invertir
por Internet en las empresas de Europa y todo europeo invertir en las que
llamamos españolas, ¿podemos saber en qué manos está y de qué nacionalidad es
el capital de, por ejemplo, las sociedades del Ibex? El mismo hecho de que el
Banco de Venezuela pertenezca al Banco de Santander ¿no es señal clara de lo
relativo que resulta asignar nacionalidad a las sociedades cuando son privadas?
Las únicas empresas nacionales son las públicas. Quizás por eso Chávez y algún
que otro mandatario latinoamericano se plantean nacionalizar las compañías
estratégicas.
Cada vez son más los
países latinoamericanos que están de vuelta de la aventura neoliberal, y sus
poblaciones son conscientes del desastre al que les han conducido sus
postulados. Por eso, aunque no les guste a los países desarrollados y a pesar
de las presiones desatadas en contra por las fuerzas económicas, están
eligiendo a mandatarios que, con todos sus defectos e incluso equivocaciones,
quieren desandar el camino emprendido, en el convencimiento de que nada podrá
ser peor que la situación a la que la globalización y el neoliberalismo les han
abocado. Es en este escenario donde se encuadra el ansia de muchos países por
recobrar las empresas vitales que fueron malvendidas al capital extranjero y
que este explota con pingües beneficios y condiciones muchas veces leoninas
para los consumidores y naturales del país.
Los voceros de la
derecha española, que son muchos más de los que se confiesan tales, arremeten
contra el Gobierno porque, según ellos, no defiende a las empresas nacionales.
Quieren identificar los intereses del Banco de Santander, del BBVA, de Repsol,
de Endesa, de Telefónica, etc., con los intereses de los españoles, cuando la
gran mayoría carece de cualquier capacidad de ahorro y por lo tanto de jugar a
la bolsa, e incluso aquella minoría que invierte en acciones lo hace, casi en
su totalidad, en una cantidad tan nimia que sin duda resulta una exageración
afirmar que sus intereses están unidos a los de estas grandes sociedades.
El llamado
capitalismo popular es uno de los mayores embustes del neoliberalismo
económico. Creado con el único objetivo de buscar la complicidad de un número
mayor de ciudadanos, insuflándoles el espejismo de que, por el hecho de poseer
unas pocas acciones de las empresas, sus intereses son los de éstas y los de
sus grandes accionistas o gestores. De tener algún interés en ellas, es mucho
más como consumidores y usuarios que como propietarios. De nada les vale ganar
unos cuantos euros en bolsa si la contrapartida va a consistir en mayores
gastos al consumir los servicios que esas sociedades proporcionan. Nadie puede
llamarse a engaño. Alguien, por ejemplo, va a pagar las revalorizaciones que se
han producido en el sector eléctrico, y ese alguien no puede ser más que el
consumidor, tal como lo estamos viendo, a través de notables incrementos en las
tarifas y una mayor concentración en el mercado.
Con la paparrucha
del capitalismo popular se pretende que todos cerremos filas y defendamos el
patrimonio de un número reducido de familias, identificándolo con el interés
nacional. El interés de la mayoría de los españoles, que es el que tiene que
defender el Gobierno, está más cerca del bienestar de los venezolanos que de
los beneficios de los grandes accionistas, sean nacionales o extranjeros, de
estas compañías. Incluso, una vez que estas empresas gigantes han sido
privatizadas, al español medio poco le importa que el capital de la empresa que
le suministra el gas o la electricidad, le vende la gasolina o le concede la
hipoteca sea español o foráneo. Se van a portar de igual manera.