¿Comisión
o subcomisión?
Al escuchar el viernes al portavoz de
Economía del PP declarar con voz pía y meliflua la decisión de su partido de
crear una subcomisión para esclarecer el asunto de Gescartera,
más de uno habrá pensado que la oposición adopta una postura cerril. ¿Qué más
da comisión que subcomisión? ¿Qué diferencia existe? Pues bastante, porque la
distinción no se encuentra en el prefijo sub, sino en que sea de investigación
o de estudio. En el caso de Gescartera, hay poco que
estudiar y mucho que investigar. La primera dispone de instrumentos, medios y
facultades de los que carece por completo la segunda.
La subcomisión de estudio es la coartada que
emplea siempre el Gobierno para neutralizar las comisiones de investigación y
también siempre con el mismo argumento: no hacer juicios paralelos, dejar
actuar a la justicia. Y es que en éste como en otros muchos casos de corrupción
la gravedad no está tanto en que dos chorizos más o menos avispados hayan
engañado al personal, sino en la total impunidad con que han podido hacerlo,
sin que funcionase ninguno de los mecanismos de control; por ineficacia, sí,
pero también por favoritismo, amiguismo o hermanismo.
Que las auditorías han fallado es evidente, en esta ocasión y en todas las que
ha habido problemas, Banesto, PSV, etcétera. Y continuarán fallando hasta que
no se exija a las firmas y a sus socios responsabilidad civil e incluso penal.
Pero tampoco ha funcionado la CNMV. Nada más
elocuente que las declaraciones de su presidenta en el Congreso. Se concedió la
licencia por la honorabilidad de la ONCE. La verdad es que de la ONCE habría
mucho que hablar. Ha estado metida en demasiados guisos y sus directivos han
utilizado el inmenso poder de participar en el monopolio de la lotería para
intervenir en todo tipo de intrigas. Ya no nos acordamos de El Independiente,
de Onda Cero o de Telecinco. Tan honorables, que fueron compañeros de andanzas
de Berlusconi. Pero, en realidad, para Pilar Valiente, la ONCE era sólo un
ejemplo, el único que se podía hacer público. Lo que subyace en su afirmación
es que la concesión de la licencia obedecía a la multitud de honorables que
estaban dispuestos a prestar su honorabilidad a unos estafadores. Tal
comportamiento difícilmente puede ser juzgado desde el Código Penal, pero debe
ser aclarado y sancionado desde la responsabilidad social y política.