Terrorismo y pensiones

Si Maquiavelo saliera del averno y se propusiera reeditar su famoso libro, es seguro que dedicaría un capítulo, y de los principales, al terrorismo. El tema del terrorismo se ha convertido en un buen recurso en manos de los políticos. En los Estados Unidos ha servido para recortar derechos y garantías, y tras él se ha escudado Bush para violar la legalidad nacional e internacional; y en el patriotismo antiterrorista confía para que la opinión pública no le pase factura en las próximas elecciones por las pifias cometidas en la economía.

En España, la campaña electoral se está centrando en el terrorismo hasta el punto de expulsar de la escena política cualquier otro problema. No existe el paro ni los parados. Nadie habla de los salarios ni de la precariedad de los puestos de trabajo. La lista de espera de la sanidad pública se ha evaporado, y el futuro de las pensiones queda para mejor ocasión.

Únicamente el secretario confederal de CCOO ha roto la conspiración del silencio, al plantear la necesidad de que se alargue el periodo de cómputo con el que se calcula la cuantía de las pensiones. Bien es verdad que con poco eco. En cualquier otra circunstancia los voceros oficiales habrían puesto sonoros altavoces a tales declaraciones. No es para menos, sobre todo viniendo del líder de uno de los dos grandes sindicatos. Pero ahora no interesa. En estos momentos es políticamente incorrecto y embarazoso para los candidatos.

Será después, tras las elecciones, cuando nos digan que hay que bajar las pensiones. Porque no nos engañemos, en realidad se trata de eso. Para comprobarlo basta fijarse en la justificación: “De no hacerlo, se hundiría el sistema de Seguridad Social”. Es un discurso al que nos tienen acostumbrados, lo único chirriante es quien lo pronuncia en esta ocasión.

El señor Fidalgo llama integrista a quien no le importa hundir la Seguridad Social a cambio de mantener una posición de principio. Pero no es una posición de principio sino de pasta, de guita, de parné, fundamentalmente de derechos, de derechos de todos los trabajadores. Porque todos, antes o después, van ser pensionistas, todos han venido cotizando en función de unas expectativas que ahora se pretende cambiar. A nadie se le ocurre decir a los titulares de deuda pública que para que no quiebre el sistema deben aceptar una quita en sus títulos. Y no veo por qué es más sagrado el derecho de éstos que el de los actuales trabajadores y futuros pensionistas.

Tampoco entiendo por qué hay que hablar de quiebra de la Seguridad Social. Esta posibilidad sólo cabe en una concepción espuria que la separa radicalmente del Estado y de su capacidad financiera. ¿Dónde está dicho que las pensiones deben financiarse exclusivamente con las cotizaciones sociales? El pensamiento único se impone y penetra hasta en las organizaciones sindicales.