Verano
californiano
Entre las muchas verdades que Gaspar
Llamazares espetó al presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la
nación hubo una especialmente incisiva, y que, por supuesto, Aznar eludió. Se
refería a las empresas privatizadas. ¿Cómo es posible, se preguntaba el líder
de Izquierda Unida, que los gestores nombrados por el Gobierno cuando las
sociedades eran públicas continúen al frente de ellas una vez que han pasado a
manos privadas?, y ¿cómo suponer que el Gobierno se comporta con neutralidad e
independencia frente a estas grandes compañías cuando quienes las dirigen son
altos cargos del partido o amigos personales del presidente del Ejecutivo o del
Ministro de Economía?
Las mayores corrupciones emergen allí donde
se aparea el sector público con el privado. El sistema americano es un sistema
corrupto porque todo presidente comienza su mandato ya hipotecado a las grandes
sociedades que han financiado su campaña electoral. Bush se ve impelido a
expandir la industria de armamento para agradecer favores pasados, y no puede
firmar el tratado de Kioto porque otros son los intereses de las compañías
eléctricas. Mientras tanto, California es presa del caos energético.
California es ejemplo claro de lo que sucede
cuando los servicios públicos se entregan al lucro privado. Las necesidades de
los consumidores y de los ciudadanos no interesan, sólo la cuenta de
resultados. Pero California es algo más, es también expresión de un método, de
un plan, de una coartada: si hay problemas de suministro, si no se han
acometido las inversiones adecuadas, la culpa es del Estado que no ha permitido
a las empresas campar a sus anchas y fijar los precios que les apetezcan, por
muy abusivos que sean.
El modelo se ha trasladado a España. Iberdrola
y el resto de las eléctricas se han puesto la venda antes de la herida, y han
alertado al Gobierno sobre la eventualidad de cortes de suministro eléctrico.
No me cabe duda de que la liberalización emprendida puede conducir a que
cualquier día ciertas regiones del país padezcan dificultades graves de
electricidad, de transporte o de teléfono. Las empresas privadas invertirán
únicamente en aquellas zonas que les resulten rentables. Pero creo también que
los estudios que las compañías eléctricas han puesto sobre la mesa tienen ante
todo otra finalidad: presión y chantaje. Presionan para que se les libre de
toda regulación y cortapisa en las obras a acometer y, sobre todo, para adecuar
las tarifas a sus intereses. Parece que no tienen bastante con ese billón de
pesetas que tan alegremente han conseguido. Si el que presiona es Martín Villa
¿cómo se va a negar el Gobierno? Si Alfonso Cortina habla de energía nuclear,
energía nuclear tendremos.