Público-Privado
Ahora le ha tocado
el turno al transporte aéreo. No hay mayor ciego que el que no quiere ver. EEUU
nos ha precedido en casi todo, también en la liberalización de este sector con
el correspondiente incremento de accidentes aéreos. Las llamadas liberalizaciones económicas no han
traído precisamente demasiados beneficios a los consumidores. En ningún caso
han servido para reducir los precios; lo único que suele disminuir es la
seguridad y la calidad del servicio. Y es que en realidad no hay tal
liberalización, lo único que se consigue es sustituir el control de los poderes
públicos por el de determinadas empresas.
En aquellos contados
casos, como en el que nos ocupa, en que parece que hay competencia, enseguida
nos damos cuenta de que constituye únicamente un espejismo, y que todo termina
en una estafa. Los damnificados suelen ser ciertamente las clases menos
favorecidas, más necesitadas de comprar duros a perra gorda o con menos cultura
para detectar el posible engaño. Los platos rotos los termina pagando el Estado
-es decir, todos los ciudadanos-,
obligado a paliar al menos parcialmente los desaguisados sociales.
Las privatizaciones
de las sociedades estatales han aumentado la indefensión de los consumidores,
al tiempo que han constituido un excelente negocio para el poder económico.
Solo hay que ver cómo se pelean ofreciendo más y más dinero por adquirir y
controlar alguna de las grandes empresas que antes formaban parte del sector
público.
Como si no fuese
bastante, ahora se ha puesto de moda ese engendro de las empresas
público-privadas. Sistema de financiación privada, los PFI (sus siglas en
inglés), copia de lo llevado a cabo con tan malos resultados en Gran Bretaña.
La presidenta de
Se pretende
justificar el invento por la necesidad de limitar el déficit público que impone
en el orden europeo el Pacto de Estabilidad y en nuestro país
Lo que sin duda no
es igual son las ganancias para el sector privado y el consiguiente coste para
el sector público. Este será mucho mayor aunque solo sea porque, en el mejor de
los casos, algún beneficio tendrán que obtener las
empresas privadas y porque éstas conseguirán, como es lógico, la financiación a
un precio más elevado que el que pueden lograr el Estado o una Comunidad
Autónoma. En el peor de los casos, los contratos serán imposibles de controlar
y el afán de lucro informará todo el servicio público desnaturalizando su
verdadera finalidad. Una vez más los intereses públicos serán rehenes de los
negocios privados.