Los balbases

Las revistas del corazón han existido desde siempre. Es más, alguna hay que bate todos los récord de ventas. Su lectura se viene atribuyendo principalmente a las mujeres, tal vez porque son ellas quienes se aventuran a comprarlas, pero los hombres también las devoran con fruición -dicen que las ojean– en los ratos muertos. Su éxito es fácil de explicar: el hastío y mediocridad de la vida cotidiana se subliman con los cuentos de artistas y princesas. Los famosos viven, según tales relatos, la existencia que a la mayoría de los españolitos les está vedada, pero con la que sueñan en secreto.

La competencia televisiva introdujo un producto inédito: la telebasura. La novedad radica por una parte, en que los famosos son de cuarta generación, o de cuarta cama que para el caso es igual. ¿Quién es fulanito? Alguien que se acostó con menganita que a su vez fue novia de citanito, y el tal citanito tuvo un affaire con una vieja gloria de la farándula. Por otra parte, en que el rosa se ha transformado en gris o marrón oscuro. El glamour se torna sordidez y obscenidad. Los protagonistas se despellejan mutuamente dejando al descubierto sus miserias.

Telemadrid ha dado un paso más, ha descubierto un filón, la aplicación de la telebasura a la política. Dicen que está superando todos los índices de audiencia, y es lógico, pocos espectáculos tan divertidos y morbosos como la Comisión de investigación creada en la Asamblea de Madrid. Los balbases aventajan con mucho a las fulgurantes estrellas de gran hermano, o a los cubanos arribistas.

Está D. Eduardo, que con toda seriedad pretende presentar, como ideológico, un problema crematístico. Ahora, cuando nadie cree ya en la ideología, y sólo en el bolsillo. Está también Dña. Teresa, la de la kierkegaardiana, buena muestra de la política de cuotas, dispuesta a hacernos creer que tras la espantada de la Asamblea, la introducen en un taxi, la llevan a un hotel en el que hay una habitación reservada, y no hace ninguna pregunta. Por último, D. José Luis, padre y fundador del movimiento, un profesional, según afirmó el mismo. Profesional de la política y de los negocios, o más bien de hacer negocios con la política, y política con los negocios. Lo suyo son las finanzas, las pequeñas finanzas, nada comparado desde luego con los grandes profesionales de la política y de los negocios. Sólo que éstos evitan salir en los programas político-pornográficos.

Los balbases son mercenarios de la política. Han estado siempre dispuestos a alquilarse al mejor postor, a la facción que mejor remunerara sus servicios. Lo malo es que nunca les ha faltado comprador. Pero si se vendían dentro del PSOE, ¿por qué no lo iban a hacer a alguien del exterior?