La
secta de los precios estables
Me llamó la atención el siguiente titular:
«El BCE se cura en salud y sube los tipos de interés». Curarse en salud casi
nunca es bueno. Los medicamentos no suelen ser inocuos y tienen efectos
secundarios. Administrados para una presunta enfermedad aún inexistente pueden
originar daños y, en algunos casos, graves a otras partes del organismo. El BCE
acaba a de elevar un cuarto de punto el tipo de interés, dos puntos en poco más
de ocho meses, escudado como siempre en una teórica batalla contra la
inflación. El BCE se fija únicamente en la inflación y se desentiende del
empleo. Pertenece a lo que Paul Krugman denomina la
secta de los precios estables. Secta fundada por el Bundesbank y a la que se
han adherido casi todos los bancos centrales de Europa, con puesto de honor
para nuestro ya casi olvidado Banco de España. Secta en la que, al parecer,
también militan tanto el PP como el PSOE, no en vano profesan la misma política
económica, y por eso, al unísono, manejan el botafumeiro ante la subida del
precio del dinero.
El problema radica en qué entendemos por
estabilidad de precios. Nadie en su sano juicio puede tener como plausible que
éstos no sufran alguna variación. Aun en el caso de que la tasa de inflación
fuese cero, de ninguna manera implicaría la inmutabilidad absoluta de todos los
precios; tan sólo que las disminuciones en algunos productos o servicios
compensan los incrementos en otros, resultando la media nula. Es más, en una
economía dinámica, los precios los precios relativos deben modificarse para
traducir los cambios en las condiciones de producción y las desiguales
alteraciones en la productividad de los sectores. Ajuste necesario que, dada la
rigidez a la baja de precios y salarios, difícilmente acaecería con la fluidez
necesaria si la inflación fuese cero. Es por lo que la mayoría de los
economistas con un mínimo de sentido común abogan por una tasa de inflación
ligeramente positiva. Pero, ¿dónde situar el óptimo: en el 1, en el 2, en el 3,
en el 3,5%? ¿Por qué un 2 es aceptable y el 2,4 comienza a ser peligroso? Y,
suponiendo que el 2 fuese mejor que el 2,4%, ¿merece
la pena sacrificar crecimiento y empleo para conseguirlo?
Europa tiene únicamente tres problemas:
primero, el paro; segundo, el paro; y, tercero, el desempleo. Pero eso no
parece importarle demasiado al BCE. Él se preocupa tan sólo de que la tasa de
inflación no sobrepase la cifra mágica y al parecer terrorífica del dos por
ciento.