El Banco Central Europeo, culpable

Sería sugestivo hacer la historia de las diferentes crisis acaecidas y definir cuántas de ellas han tenido, si no su origen, al menos su agravamiento en la aplicación de una política monetaria restrictiva.

Toda política monetaria se fundamenta en la existencia de una relación constante entre la cantidad de dinero en circulación, oferta monetaria, y el crecimiento del PIB nominal. Pero esto que parece tan sencillo no está exento de complicaciones. En primer lugar, el PIB nominal se compone de dos factores distintos, el crecimiento real y el deflactor, de tal manera que no es fácil saber si las variaciones en la oferta monetaria van a afectar a los precios o al crecimiento económico. Ha sido bastante frecuente que la aplicación de una política monetaria restrictiva con el objetivo de contener la inflación, lejos de lograrlo, haya actuado deprimiendo la economía. Pero esto no es todo. La relación entre oferta monetaria y PIB no es tan constante como nos gustaría y, de hecho, varía con mucha frecuencia en función del deseo de atesoramiento. Incluso la misma definición de dinero se encuentra en entredicho, de manera que resulta difícil conocer qué activos son plenamente líquidos y cuáles no.

Es curiosa la buena reputación de que gozan los banqueros centrales y aquellos que se dedican a la política monetaria, cuando en esta materia apenas existen certezas y sus mecanismos carecen de precisión. Quizás todo lo tapa el lenguaje esotérico que emplean, incomprensible para la mayoría de los ciudadanos y, por lo mismo, apto para el dogmatismo.

Es opinión común que el origen de la actual crisis se encuentra en las hipotecas subprime y en la avaricia y malos hábitos de la bancos americanos, lo cual puede ser cierto si incluimos también a los bancos europeos, que algo de culpa tuvieron al comprar y vender basura. Pero no es menos cierto que, al menos en Europa, la actuación inconsciente y dogmática del Banco Central Europeo (BCE) ha colaborado en el agravamiento de la crisis y a su traslado del campo financiero al real. Resulta bastante increíble que en el año 2007, cuando era evidente que Europa estaba en un claro proceso de desaceleración, continuase subiendo los tipos de interés y los mantuviese a lo largo de estos dos años en cotas elevadas con un fuerte diferencial con respecto a los de Estados Unidos. Incluso a mediados del 2008, en plena crisis, los elevó de nuevo.

Ante la enorme carencia de liquidez que ha fustigado y fustiga a los mercados financieros, el BCE se ha mantenido impasible y sin reflejos. Ni siquiera ha sido consciente de que sus cálculos no eran correctos, que habían variado la preferencia por la liquidez y el atesoramiento y que se estaba produciendo un diferencial anormal entre el tipo marcado por él y el Euribor. Ha reaccionado tarde y mal y nos adentramos en una deflación. Es posible que cuando quiera bajar los tipos, el daño ya esté hecho y la economía no responda. Y no se alegue que el BCE tiene como única misión controlar la inflación. Digan lo que digan los tratados, aplicar una política monetaria atendiendo solo a la inflación y olvidándose del crecimiento es una enorme irresponsabilidad y un gravísimo error.