Cuadro macroeconómico

El vicepresidente del Gobierno se ha ido de vacaciones anunciando el cuadro macroeconómico previsto para este año y para el próximo. Nos ha venido a decir cómo evolucionarán las grandes magnitudes, cuánto crecerá la economía nacional y sus principales componentes. Las variables macroeconómicas tienen mucho de convencional —lo que incluye y no incluye cada una de ellas—, al tiempo que de difícil cálculo, ya que constituyen un conglomerado de miles de componentes; pero, por lo mismo, también resulta complicado comprobar si las cantidades calculadas son correctas. De hecho, cada ejercicio se corrigen y se modifican las cifras de varios años atrás.

Si existe cierto grado de aleatoriedad y aproximación cuando se trata de ofrecer cifras a toro pasado, qué decir en ocasiones como ésta en que lo que se proporciona son meras previsiones. En realidad, todos los gobiernos suelen realizar pronósticos optimistas que más tarde se van corrigiendo a la baja a lo largo del año. Ninguna novedad, por tanto, en que se haya reducido el crecimiento previsto para el año 2004. Hace ya bastantes meses que nadie confiaba en que este ejercicio pudiese cerrarse con un incremento del PIB del 3 por ciento.

El cuadro macroeconómico, como no podía ser de otra manera, es plenamente continuista con el presentado por el Gobierno anterior. Con independencia de cualquier similitud o discrepancia ideológica, la orientación de la economía no puede cambiar en unos meses. Crecimiento basado fundamentalmente en la demanda interna, más concretamente en el consumo y en la construcción. Un año más, es el endeudamiento de las familias el que está sosteniendo la economía. En cierto modo, estamos creciendo a crédito, de prestado. Es ésta sin duda la mayor incertidumbre que se presenta de cara al futuro, y lo que hace bastante dudosa la previsión del 3 por ciento para el año próximo.

La estimación para el ejercicio 2005 se basa en algunos presupuestos difíciles de cumplir, especialmente el de que todos ellos se produzcan al mismo tiempo. Se supone que el sector exterior será menos restrictivo, lo que sólo puede provenir de que se confirme la reactivación mundial, especialmente la europea —lo que no está del todo claro—, y de que los precios del petróleo no sean tan elevados que absorban todo el incremento que pueda darse en las exportaciones. Se postula también una aceleración de la inversión en bienes de equipo —que se lleva años esperando, pero no termina de producirse— y, por último, que el consumo continúe al mismo ritmo de incremento, lo que malamente se conseguirá si no es aumentando aún más el endeudamiento familiar.

La necesaria convergencia de todos estos factores para alcanzar el objetivo previsto es lo que hace dudar del realismo de la estimación. Sin duda, la pregunta más inquietante es hasta qué nivel podrán las familias españolas continuar endeudándose para mantener el crecimiento. En realidad, el modelo seguido por nuestra economía, y que aún pervive, tiene mucho de un keynesianismo sui géneris. Sui géneris porque curiosamente no ha sido el endeudamiento público el que ha hecho de motor para hacernos salir de la crisis, sino el de la familias. Queda por saber si al final los otros agentes, en especial las empresas, colaborarán antes de que se desinflen el consumo y la construcción.