Boicot
a Prisa
Vivimos en un mundo
de hipocresía. El Partido Popular anunció el otro día un cierto boicot a los
medios de Prisa como respuesta a las manifestaciones que el presidente del
grupo realizó en la junta general de accionistas. Me imagino que esto último ha
sido tan solo un pretexto de algo mucho más profundo. No me pronunciaré acerca
de si la medida es o no es acertada. Allá el PP y su estrategia de
comunicación. Poco me importa si le conviene o no. Lo que sí me parece digno de
señalar es la explosión de hipocresía que tal hecho ha generado. Ha sido todo
un espectáculo presenciar las manifestaciones de protesta de los diferentes
medios. Todos ellos, en un certamen de fariseísmo, se han rasgado las
vestiduras proclamando su independencia, su neutralidad, calificándose de foros
de pluralismo y de libertad de expresión. ¿Acaso no es de sobra conocido dónde
está situado cada uno?
No es ningún secreto que el grupo Prisa está
tan unido al PSOE –no quiere decir a la izquierda— que no resulta fácil saber
dónde termina uno y comienza el otro. Como he afirmado en alguna ocasión, todo
apunta más bien a que no es el PSOE el que manda en Prisa, sino Prisa en el
PSOE. Y lo que se predica de Prisa puede aplicarse a cualquier otro medio de
comunicación. El sectarismo está mucho más presente en ellos que en los propios
partidos políticos. No es que, tal como se alega, cada uno tenga su propia
línea editorial, —ello significaría tan solo que tienen diferentes
planteamientos doctrinales— la paradoja radica en que, con pequeñas
diferencias, se encuentran en la misma posición ideológica, la de derechas,
propia de los intereses económicos que todos defienden y que se corresponden
con la situación social y económica de sus editores y propietarios. Todos se
sitúan en ese estrecho abanico ideológico que va desde el liberalismo al
neoconservadurismo. Las reivindicaciones de la izquierda, de la verdadera
izquierda, están totalmente ausentes de ellos.
Las reducidas diferencias ideológicas de
ninguna manera pueden justificar las encarnizadas contiendas. Los odios y
enconamientos tienen otras raíces, los intereses de secta y de partido. Cada
medio juega a una facción con tanto o mayor ardor que la facción misma. Por
ello resultan tan ridículas las protestas de independencia y de
neutralidad, y el recurso a la libertad de información y de prensa.
Se dice que los medios públicos deben ser
neutrales, pero que los privados pueden tener su sesgo. No estoy yo tan seguro
de ello. Es difícil mantener el carácter democrático de una sociedad, si los
canales de información y la configuración de la opinión obedecen únicamente a los intereses del dinero. Pero, en cualquier
caso, tengan o no tengan derecho, lo que desde luego no parece admisible es que
se nos quiera dar gato por
liebre y que nos pretendan convencer de que son los intereses de la sociedad
los que están en juego.
Sería tomarnos por tontos intentar
convencernos de que Telemadrid es objetiva y que sus tertulianos son
imparciales, o de que
Sin embargo, por la misma
razón, carece de toda lógica la tragicomedia montada desde los medios de Prisa
escandalizándose de la postura tomada por el Partido Popular poniendo en tela de juicio su muy probada
objetividad. Pero ¿a quién pretenden
engañar? Todos sabemos a qué
carta llevan apostando desde hace muchos años. Por lo menos, desde aquel “No
hay cojones para negarme a mí una televisión privada”, Prisa ha jugado al PSOE
y el PSOE ha jugado a Prisa. Sus intereses se han entrelazado. Los gobiernos
socialistas han llenado a este grupo de prebendas —el catálogo sería largo de enumerar—, pero, en contrapartida,
Prisa ha salido con todos los instrumentos a su alcance, éticos y no éticos, a
la defensa de esta formación política y a la destrucción de cualquier otra
fuerza que pudiera hacerle competencia. No solo ha sido el PP, también IU
estuvo en su diana cuando esta formación política se presentaba como una
alternativa al PSOE. Ahora, cuando aparece
como un mero apéndice del
partido socialista, por supuesto
ya es distinto y goza de todo el
apoyo de este grupo de comunicación. Lo mismo cabe afirmar de los sindicatos.
En aquellos tiempos de las huelgas al gobierno socialista conocieron bien la
imparcialidad de Prisa.
Curiosamente, ha sido en dos de los
programas más parciales de
El papel más desairado en esta
representación teatral lo están asumiendo algunos profesionales, de Prisa y de
no Prisa, que quieren convencernos de la imparcialidad y objetividad de
Larra afirmó que
escribir en España es llorar.
Hoy, no tenemos que vérnoslas
con una censura administrativa, pero tampoco nos es permitido como a él crear
nuestro propio periódico (El pobrecito hablador), con lo que nos
enfrentamos con una censura harto más
difícil de eludir, la de los medios. Las apelaciones a la libertad de prensa y
al derecho a la información suenan a blasfemia en determinadas bocas. La
primera es hoy una utopía, y al segundo lo pisotean precisamente los propios
medios de comunicación.