Salarios
y precios
El Instituto Nacional de Estadística acaba
de hacer público las cifras de la encuesta de salarios del cuarto trimestre del
año dos mil. Los salarios han crecido EN todo el año un 2,3%, bastante menos
que el índice de precios cuyo incremento fue del 4%.
Este dato confirma lo que ya sospechábamos,
que en esta España que va bien los trabajadores pierden poder adquisitivo. La
propaganda oficial airea las enormes, según ellos, tasas de crecimiento del
PIB; se vanagloria de que la economía de nuestro país crece por encima de la
mayoría de los países de la Unión Europea. Pero ¿de qué les vale eso a los
trabajadores si ellos ganan menos que el año anterior? ¿Qué economía es la que
crece, y adónde va el crecimiento?
Según cifras oficiales la renta nacional, es
decir la de todo el país, se ha incrementado en un 4% en el año 2000; sin
embargo según la encuesta de salarios y los datos del índice de precios al
consumo, la renta de cada trabajador por término medio se ha reducido en un
1,7%. La conclusión, amén de evidente, es brutal porque implica un cambio en la
distribución de la renta, a favor del capital y en contra del trabajo, de
condiciones considerables.
Pocos comentarios se han escuchado o leído
al respecto. El tema resulta embarazoso para los apologistas de la política
económica en vigor, por eso la mayoría de ellos han preferido guardar silencio
y que la noticia pasase desapercibida. Existen, sin embargo, fundamentalistas
que de manera impúdica y provocadora han llegado a decir que
el incremento salarial por debajo
del de los precios constituía una buena noticia
y garantía futura de contención de la inflación. Sabio análisis
sin duda, para mantener controlada
la inflación no hay nada
como que los
trabajadores pierdan año tras
año poder adquisitivo.
El lenguaje técnico pretende la mayoría de las
veces disfrazar la realidad.
Se habla de
precios, y
no de beneficios
empresariales, cuando aquéllos vienen en el fondo determinados por éstos. Nadie
dice que los
precios los fijan los empresarios.
Se habla de
inflación, pero no se quiere
reconocer que lo que se
ventila en la relación de esta variable con el
incremento de los salarios, es la lucha entre
capital y trabajo
por ver cómo
se reparte la renta.
Limitar los incrementos salariales con el argumento
de que hay
que contener la inflación es
lo mismo que
pretender que la contienda finalice
por la rendición
de una de
las partes,
los trabajadores. No hay
garantías, además, de que los
precios no continúen elevándose. ¿Por qué
los empresarios iban a renunciar
a unos mayores
beneficios si pueden subir los precios al controlar
los mercados?, y hoy
se sabe que
en muchos sectores el mercado es cautivo de un
número reducido de empresas. Prueba
palpable de lo anterior es
lo que ha ocurrido precisamente en el
año 2000, que la inflación se
ha disparado a pesar del
comportamiento más bien moderado de las retribuciones
de los trabajadores.
La relación
precios-salarios manifiesta la batalla entre capital y trabajo, y mide
perfectamente la correlación de fuerzas en la
sociedad. Si
los trabajadores hoy pierden poder
adquisitivo es porque ha disminuido su capacidad de presión.
Dos factores, ligados entre sí, se encuentran en
el origen.
En primer lugar,
la desregulación del mercado laboral que fuerza a
muchos asalariados a conformarse con las condiciones, sean cuales sean éstas, que impongan los empresarios
y, en segundo
lugar, la debilidad
de los sindicatos
mostrada de forma ostensible en su parálisis ante
la última reforma
laboral.
España va bien dice
el Gobierno. Está claro que
ese "bien" sólo afecta a
algunos. Para
la mayoría la economía va
mal. Claro
que tal vez desde la óptica del
Gobierno la España que cuenta
se halla sólo
en ese pequeño
colectivo de los elegidos, los que se lucran
de los ingentes beneficios de ciertas empresas.