La
economía, medio llena o medio vacía
Hay que ver cómo la
gente cambia de opinión en función de si están en el poder los suyos o los
contrarios. Cuando gobernaba el PP, a los economistas de la derecha todo se les
iba en encomios y requiebros respecto a la marcha de
Todo es igual que
antes de la llegada de Zapatero al poder, los mismos datos positivos pero los
mismos nubarrones para el futuro, lo cual, bien mirado, es lógico, ya que
existe una continuidad casi perfecta en la política económica. Por eso resulta
absurdo que algunos mantengan ahora un discurso tan distinto del anterior. En
aquel periodo no querían admitir la menor sombra, y ahora no ven más que
oscuridad y tinieblas. Ciertamente, cada año que pasa (igual da con gobierno
popular o socialista), los desequilibrios son mayores y los peligros más
inmediatos.
El caso español es
bastante parecido. Nuestro crecimiento económico es en cierta manera un
crecimiento a crédito, financiado no tanto por la renta del presente sino por
el endeudamiento de las familias (en EEUU, también por el endeudamiento del
sector público), que pesará como una losa sobre el futuro; un crecimiento
cimentado en el consumo y en la construcción, un crecimiento que crea mucho
empleo pero de una bajísima calidad, lo que conduce a unas tasas de
productividad ínfimas, cercanas a cero. Los incrementos de la demanda de
consumo y construcción deben ser muy superiores al del crecimiento económico
para compensar el déficit exterior fuertemente negativo. Todo parece indicar
que el modelo es insostenible.
En esa campaña
tendente a airear ahora los puntos negativos de la realidad económica, los diarios
españoles se han hecho eco de las declaraciones de Michael Mussa, antiguo
directivo del FMI, quien ha manifestado que sólo la Eurozona salva a España de
una crisis financiera, pero que, antes o después, ésta se producirá. El
análisis es correcto, excepto porque señala como instrumento de salvación lo
que precisamente constituye la causa del problema. Si la amenaza aparece como
grave es porque, al pertenecer a
El estrangulamiento
de nuestro crecimiento económico ha estado tradicionalmente ocasionado por el
déficit del sector exterior y en cierta medida provocado por los diferenciales
de inflación con respecto a nuestros competidores, con la consiguiente
necesidad de devaluar la moneda para recomponer el equilibrio. Cuando algún
gobierno se ha resistido contra viento y marea a depreciar la divisa, la crisis
ha adquirido dimensiones alarmantes. Así ocurrió a principios de los noventa
cuando el entonces ministro Solchaga se empecinó en mantener la peseta en el
Sistema Monetario Europeo a un tipo de cambio irreal. El mercado finalmente
impuso cuatro devaluaciones colocando nuestra moneda en una paridad más
realista, lo que permitió la salida de la crisis.
Han sido estos
razonamientos los que en buena medida han fundamentado la postura crítica que
algunos mantuvimos y aún mantenemos frente a
Los que en los
momentos presentes se deleitan en enumerar los puntos débiles de la situación
económica deberían explicar las causas, en especial por qué tenemos tasas de
inflación superiores al resto de los países. La razón, desde luego, no se
encuentra en la aplicación de una política monetaria excesivamente laxa, dado
que ésta es idéntica para todos los países; tampoco, como se suele afirmar, en
el déficit público, ya que es inexistente o incluso presenta saldo positivo;
mucho menos en la falta de moderación salarial, puesto que el incremento
nominal de los salarios viene siendo muy inferior al incremento nominal del
PIB. El origen hay que buscarlo en el desmedido incremento de los beneficios
empresariales en algunos sectores cuyos mercados están protegidos de toda
competencia, al tiempo que se han dejado totalmente desregulados.