Otra
reforma fiscal
En consonancia con
la nueva estrategia adoptada por el PSOE para dejar en segundo plano su
política territorial, el presidente del Gobierno, en su comparecencia del
viernes 29, intentó resaltar los logros del Ejecutivo en política económica y
social. En cuanto a la política económica, ya he señalado en algún otro
artículo, por ejemplo el de la semana pasada, el carácter ambivalente que
presenta el crecimiento económico de estos años y lo poco que éste ha incidido
en el bienestar de la mayoría de los españoles. Respecto a la política social,
por mucho que se pretendan airear algunas medidas correctas tomadas en esta
materia, el resultado final viene a ser problemático, teniendo en cuenta que
una parte sustancial del gasto público no depende ya del Gobierno central sino
que ha sido transferida a las Autonomías y, sobre todo, desde el mismo momento
en que se realiza una reforma fiscal en la misma dirección que las dos acometidas
por el PP en las pasadas legislaturas, es decir, de carácter totalmente
regresivo.
Es difícil afirmar
que se practica una política social si se asume un sistema fiscal injusto.
Cualquier política que se diseñe por el lado del gasto estará hipotecada a la
estrategia que se adopte por el lado del ingreso. La reforma del IRPF y del
Impuesto de Sociedades, aprobada recientemente por el Congreso y que entrará en
vigor en el 2007, viene a consagrar una orientación regresiva y conservadora
iniciada muchos años atrás y que, prescindiendo de elementos más o menos
secundarios, podemos considerar anclada en los tres pivotes siguientes:
a) Desaparición
del impuesto global sobre la renta personal que se alumbró en
Se justifica la
iniquidad que representa el hecho de que las rentas de trabajo tengan mayor
gravamen que las rentas de capital por la libre circulación de capitales y por
la amenaza de la deslocalización. Pretender evitar la deslocalización a base de
ventajas fiscales es un proceso al infinito porque resulta evidente que los
países competidores responderán de la misma forma. Pero es que por otra parte,
de los treinta países de
b) Disminución
o eliminación de la progresividad en el IRPF. El tipo será único, el 18%, para
todas las rentas de capital, con lo que para tal clase de ingresos desaparece
la tarifa progresiva. Esta queda reservada exclusivamente a las rentas de
trabajo, aunque siguiendo la orientación de las dos reformas anteriores, se
reduce su progresividad. Así, el tipo máximo pasará del 45 al 43%, y disminuirá
todavía más el número de tramos.
c) Reforma del
Impuesto de Sociedades, que aumenta aún más las ventajas fiscales de que
gozaban las empresas y que rebaja el tipo para las grandes sociedades del 35 al
32,5% para el año 2007, y al 30% en el
El Gobierno del
PSOE, al igual que hicieron los gobiernos del PP, defiende la reforma con el
argumento de que todos vamos a salir beneficiados. No todos, desde luego.
Ningún beneficio obtendrán las clases más pobres, que por serlo no tienen que
contribuir por el IRPF, y para los que contribuyen el beneficio no va ser el
mismo. La rebaja puede representar unos 130 euros para un contribuyente de
renta media, mientras que para los de rentas altas puede superar los 1.600
euros, eso sin contar con que la reducción del Impuesto de Sociedades va a
beneficiar también a estos últimos.