Los
conseguidores
El Gobierno ha
anunciado que va a crear setenta puestos de facilitadores de crédito.
Facilitadores se asocia sin querer a “conseguidores”.
Nuestro país tiene una gran tradición en esta profesión. Son muchos los
políticos que se han dedicado a ella, una vez retirados de la primera línea.
Aunque, a decir verdad, también los hay amateurs que han puesto despacho de conseguidores sin pasar antes por la actividad pública.
Los conseguidores de crédito del Gobierno no son ex políticos
sino ex bancarios. Ex bancarios, que no ex banqueros. Los banqueros se jubilan
con tres millones al año de pensión, los bancarios con mucho menos. Por eso a
estos últimos los puede contratar el ICO a ver si consiguen de los bancos lo
que las Pymes no logran, créditos. Y es que, a pesar de que llevamos más de un
año afirmando que nuestras entidades financieras gozan de muy buena salud, lo
cierto es que el crédito no llega a la sociedad, lo que es nefasto para la economía
y puede agravar y alargar la crisis más de lo esperado.
El fenómeno, desde
luego, no es exclusivo de España, si bien tal vez en estos momentos sea nuestro
país uno de los que más esté retrasando el saneamiento de las entidades
financieras. Paul Krugman y Joseph Stiglitz, entre otros, han acuñado el término de “bancos
zombis”, bancos que a pesar de estar quebrados continúan funcionando con
apariencia de normalidad – sólo apariencia –gracias, en primer lugar, a que el
Estado les presta credibilidad, al ser de común aceptación que el sector
público los salvará en última instancia, y en segundo lugar, a determinados
trucos contables que les permiten no aflorar pérdidas y no reconocer
insolvencias.
Lógicamente, las
entidades financieras son reacias a reconocer sus dificultades económicas y
mucho menos si éstas exigen la intervención del Estado, con la posible pérdida
de valor para los accionistas y del puesto para los administradores. Prefieren
ir capeando el temporal y mantener en el balance determinados activos
sobrevalorados, sin reconocer la morosidad con la esperanza de que las
circunstancias cambien, la situación se regularice y los activos retornen a su
valor original. Pero esta forma de actuar puede tener unas repercusiones
funestas para la economía, ya que ciega los canales del crédito y el primer
requisito para la recuperación es que los flujos financieros se normalicen.
Esto es lo que puede
estar ocurriendo en España. El hecho de que los bancos españoles apenas
resultasen contaminados por el papel basura norteamericano nos ha hecho olvidar
que tenían sus propios créditos basura. Su retraso en reconocerlo y la
pasividad del Banco de España en obligarles está originando que el crédito no
llegue a las pequeñas empresas ni a las familias y cuando llega lo hace en
condiciones extremadamente duras y onerosas.
Más que
conseguidores de crédito lo que se precisa es que el Estado se quede con
aquellas entidades que en las condiciones actuales no son viables, si es
preciso saltando por encima de los intereses particulares, ya sean privados o
autonómicos. Para facilitar el crédito, ¡qué útil sería ahora una potente banca
pública!