Fue Cándido
Méndez quien acuñó la expresión
"efecto Ben Laden". Se
refería a que
muchas empresas están aprovechando la crisis política para realizar reformas económicas con un fuerte contenido antisocial y que de otra
manera les hubiera resultado difícil justificar y, por lo
tanto, acometer.
Efecto,
pretexto, coartada.
Ben Laden se ha transformado en un comodín,
a quien se le atribuye todo, y
todos utilizan a su antojo.
Él y los atentados
de las Torres
gemelas han devenido en excusa
para que un gran número de empresas
reconvierta su actividad según sus intereses,
y también en coartada para que la mayoría
de los gobiernos
justifiquen la recesión económica, recesión que
ya venía gestándose
con bastante anterioridad. Los gobiernos
se comportan de manera asimétrica, si la
economía va bien se debe
a la pericia de su política,
pero el origen
de las depresiones
se encuentra siempre en algún
acontecimiento exógeno. A mediados
de los 70
el aumento de los precios
del petróleo; en los momentos
presentes, Ben Laden y el fundamentalismo islámico.
Casi todos
los países que se han
apuntado a esta nueva cruzada
lo han hecho
pensando en obtener beneficios añadidos. Rusia
mira hacia Chechenia, España hacia ETA, y así, sucesivamente. Incluso no
está claro que el objetivo primordial de los norteamericanos sea la detención
de Ben Laden. Cabe la sospecha que aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid lo que pretendan, en primer lugar, sea afianzar su hegemonía en
una zona geográfica de un gran valor estratégico para el suministro del gas
natural.
Lo que sí parece claro, sin embargo, es que
un buen número de gobiernos, y especialmente el de Estados Unidos, van a
utilizar la lucha contra el terrorismo como pretexto para recortar las
libertades y los derechos ciudadanos. La tentación está siempre presente y los
españoles somos testigos de excepción. Las leyes antiterroristas, sea cual sea
el nombre que hayan recibido, han constituido un atentado contra la libertad y
la democracia. No se encuentra demasiado lejos la ley Corcuera declarada
en parte anticonstitucional; y la detención policial de setenta y dos horas sin
poner al sospechoso a disposición judicial, aun está permitida en nuestra
legislación.
El Congreso y el Senado de Estados Unidos
acaban de aprobar un verdadero "estado de excepción", y eso que han
recortado sustancialmente las pretensiones de la administración Bush, y más
concretamente del secretario de justicia Ashcroft. Se ha abierto la veda del
emigrante. La policía podrá detener a cualquier extranjero y mantenerle
retenido durante siete días, sin obligación de ponerle a disposición judicial.
Pero, como siempre, se comienza por los extranjeros y se continúa por los
propios ciudadanos, que verán intervenidos sus teléfonos ante la simple conjetura
de que pueden ser utilizados por un sospechoso.
A su vez el gobierno del muy socialista Tony
Blair, ha presentado al Parlamento una serie de medidas antiterroristas que
constituyen un retorno al pasado más oscurantista, en especial la pretensión
del ministro del interior David Blunkett de poder
internar a sospechosos de manera indefinida y sin respaldo judicial, lo que
significaría dejar en suspenso el artículo 5 de la Convención Europea sobre
Derechos Humanos un año después de haberla incorporado al derecho británico.
Me da la impresión que a muchos la lucha
contra Ben Laden les está viniendo de perlas.