Aznar
versus Botín
Desde Menorca, Aznar impartía una doctrina
pintoresca, pero representativa del pensamiento neoliberal. «Ya no hay empresas
públicas que manejar, porque las hemos devuelto a la sociedad. Ya no hay
monopolios que proteger, porque los hemos abierto a la competencia. Ya no hay
muchas de las reglamentaciones que hace unos años hacían de los gobernantes
verdaderos señores de los sectores económicos». Hay que reconocer que el
lenguaje político utiliza las palabras con un significado radicalmente opuesto
al que habitualmente tienen. Hasta ahora parecía que privatizar era lo
contrario a socializar, y por devolver los bienes a la sociedad se entendía
nacionalizarlos, expropiando a sus propietarios. Social se contraponía a
privado. Pues, mire usted por donde, no. Según Aznar, socializar y privatizar
son lo mismo. El mundo al revés, porque ya no sabemos si a la Seguridad Social
la tenemos que llamar así o más bien habría que llamarla seguridad privada y
reservar el nombre de seguridad social a la sanidad privada y a los fondos de
pensiones de tal nombre. Vamos, un lío.
Todo parte de que, para los liberales, el
Estado, al menos en materia económica, no se identifica con la sociedad a la
que llaman civil, pero que en realidad no es civil sino mercantil. Así como,
para Locke, el concepto de ciudadano se restringe a los que tienen propiedades,
Aznar entiende por sociedad únicamente a los Botines y compañía, esas
escasamente mil familias que acumulan la mayoría de la riqueza y a las que han
ido a parar de forma significativa la propiedad y el control de las grandes
empresas públicas, cuando no han ido a manos extranjeras.
Es verdad que han desaparecido los
monopolios públicos, pero porque se han convertidos en oligopolios privados. Es
cierto que se han evaporado las reglamentaciones, y los gobernantes han dejado
de controlar determinados sectores económicos, pero porque ahora los controlan
otros: las multinacionales y el poder económico. Y cuando el poder democrático
deja de controlar al poder económico, el poder económico termina por controlar
la democracia. Y qué quieren que les diga no tengo ninguna afinidad con Aznar,
pero entre Aznar y Botín prefiero a Aznar; no por nada, sino porque Aznar actúa
por elección y cada cuatro años le podemos cambiar. Y lo de Botín es
hereditario, y para herencia tenemos bastante y nos sobra con la monarquía.