Reunión
de pastores...
Afirman que cuando no se quiere o no se sabe solucionar un problema se
suele crear una comisión ad hoc. El Gobierno anda desorientado con la crisis y
por eso ha convocado una reunión de expertos. El diccionario de la Real
Academia debería definir al experto económico como aquel economista que trabaja
en el servicio de estudios de una multinacional o de una entidad financiera o
de una asociación empresarial o de alguna fundación dependiente de las
anteriores. Solo son expertos aquellos que están al servicio de las fuerzas
económicas, son éstas las que otorgan patente y diploma.
Efectivamente, el Gobierno -más bien diríamos la Oficina Económica del
presidente, ya que no creo que a Solbes le haya hecho mucha gracia la idea-
convocó para el pasado día 24 a economistas de la Asociación Española de Banca,
del BBVA, del Santander, de Repsol, de La Caixa, de Caja Madrid, del Instituto
de Estudios Económicos (CEOE), etc. Como se ve, todos ellos representan los
intereses de las clases bajas y medias.
A pesar de que la convocatoria de tan magna reunión se anunció días
antes a bombo y platillo, casi nada ha trascendido de lo tratado después de su
celebración. Quizás por desavenencias dentro del propio Gobierno. En cualquier
caso, no es difícil adivinar su discurso y sus recetas. Flexibilizar el mercado
laboral, abaratar el despido, moderación salarial, bajada de impuestos,
reducción del gasto público, tal vez alguno apuntara la sustitución de
cotizaciones sociales por el incremento de tipos del IVA y, según el sector de procedencia,
defenderían o no ayudas públicas a las empresas en crisis. Es muy posible que
los de la banca aboguen por que el Gobierno garantice la liquidez avalando, a
través del ICO, los préstamos exteriores de las entidades financieras.
El Gobierno está desorientado, pero me temo que no más que los
expertos. Es lógico que estén confundidos porque esta crisis está poniendo en
cuestión casi todos los dogmas sobre los que se ha asentado el pensamiento
económico imperante en España, al menos durante los últimos veinte años.
Resulta difícil entenderla y sobre todo dar soluciones desde el neoliberalismo
económico.
La crisis está haciendo presentes de manera incuestionable las
contradicciones y los peligros a los que conduce la absoluta libertad en los
flujos de dinero y de capitales. Los expertos neoliberales –actualmente todos
lo son y si no, dejan inmediatamente de ser expertos- no se han cansado de
repetir que los gobiernos tendrían que actuar de tal o cual forma a fin de
lograr la confianza de los mercados financieros. Pero he aquí que ahora los que
no son precisamente de fiar son los propios mercados, ya que han fallado todos
los mecanismos de autorregulación y las propias empresas encargadas de dar
certificado de salud estaban compinchadas con los
enfermos, para testificar en falso por un módico precio. El zorro a cuidar el
corral.
Ahora nadie se fía de nadie, como no sea de los Estados. Ahí andan
todos los enemigos de la intervención pública mendigando que el Gobierno avale
sus créditos en el exterior, todos los adalides del libre mercado apresurándose
a pedir al Estado que ayude a las empresas en crisis y, según parece, el
ministro de Industria y la ministra de Vivienda comparten la misma opinión,
aunque sea comprando suelo a los constructores. Después de revalorizado y una
vez que las empresas y los particulares se hayan apoderado de las plusvalías,
se quiere que el suelo retorne al Estado que tendría que pagarlo a un precio
muy superior al de coste. La medida es tan impúdica que hasta desde las filas del
PP (su anterior ministro de Hacienda) se ha hablado de privatización de
beneficios y socialización de pérdidas.
Si algo se evidencia en esta crisis, es que su origen no se encuentra
en los salarios ni en la rigidez del mercado laboral ni en el déficit público.
Las recetas de los llamados expertos están, por tanto, fuera de todo lugar.
Ellos, como papagayos, repiten lo que acostumbran a decir tanto en tiempos de
auge como de crisis, repiten lo que conviene a sus señoritos. No ofrecen
recetas para salir de la crisis, sino para engordar aún más los beneficios de
las empresas y del capital. Como afirmaba en otro artículo, arriman el ascua a
su sardina.