Despensa
llena
Durante el debate de investidura se evidenció que la
economía no es el fuerte ni del candidato ni del líder del principal partido de
la oposición. Este último pretendió realizar algún pinito detallando -eso sí,
en un discurso escrito- esa retahíla de tópicos que según los apologistas del
PP constituyen la buena herencia, y a la que el nuevo presidente del Gobierno
no supo o no pudo contestar, pero a la que podría haber dado respuesta punto
por punto. Veamos.
Es posible que el Estado no presente déficit en la
actualidad. Todo depende de que el nuevo Gobierno quiera aflorar algún que otro
gasto oculto, tal como se hizo en 1996, pero lo cierto es que el ahorro de las
familias ha caído a niveles históricos y su endeudamiento compensa con creces
la reducción del de las Administraciones, con el consiguiente reflejo en el
déficit exterior que es el que realmente importa.
Si la deuda
pública es inferior en 17 puntos a la de 1996, también los activos financieros;
es decir, el Estado ha perdido la propiedad de empresas muy rentables. La
situación patrimonial de cualquier entidad se mide no solamente por lo que debe
sino también por lo que tiene.
Unos tipos
hipotecarios por debajo del 3% frente al 11% de 1995. Lo de por debajo del 3%
debe de ser para el señor Rajoy, porque si hiciésemos la media, los costes
financieros que se están pagando por las hipotecas serían bastante más
elevados. Pero en cualquier caso la falacia se encuentra en referirse a tipos
nominales y no a los reales -es decir, descontando la inflación-, que son los
significativos y los relevantes para el deudor. Por otra parte, nada dijo el
secretario general del PP del enorme incremento del precio de la vivienda y
cuyo carácter gravoso se está ocultando, al menos en parte, detrás de tipos
nominales de interés reducidos.
Seguridad
Social con superávit y un fondo de reserva. El déficit o superávit de la
Seguridad Social tienen como todo dato contable mucho de convencional. Todo
depende de lo que se mantenga en ella o pase a la contabilidad del Estado. Si
éste asume el coste de la sanidad y de otras prestaciones, el déficit se
traduce rápidamente en superávit. El fondo de reserva constituye tan sólo un
artificio contable con poco sentido, porque la Seguridad Social no puede ni
debe diferenciarse del Estado. No parece lógico que mientras éste emite deuda,
aquella coloque sus fondos en un banco. La garantía de las pensiones no radica
en huchitas más o menos particulares, sino en la
responsabilidad del Estado, y el único peligro que acecha en el futuro a las
pensiones estriba en el desmantelamiento del sistema fiscal, reduciendo su
suficiencia, y en esto sí han colaborado activamente los dos últimos gobiernos.
Se han
creado cuatro millones y medio de puestos de trabajo. Es cierto, y a ellos se
deben los mayores ingresos de la Seguridad Social; ahora bien, cosa curiosa,
tantos asalariados nuevos no han conseguido que la parte de la renta nacional
que se destina a la remuneración de los trabajadores aumente una décima. Al
contrario, son dos décimas lo que se ha reducido desde 1995. Todo ello es buen
indicador de la calidad de los empleos generados.
La renta per cápita, si la
comparamos con la media de los países europeos -en paridad de compra, que es
como hay que hacerlo-, ha pasado del 79% en 1996 al 83% actual. Tiene razón el
señor Rajoy, auque son cuatro puntos de diferencia y
no nueve como afirmó; pero los gastos sociales por habitante se han reducido
del 62,4% al 60,3%. Somos más ricos, pero no todos. Y lo mismo cabe afirmar de
la bajada de impuestos, que ha beneficiado a los contribuyentes de ingresos
elevados. Es posible que algunos tengan la despensa llena; de lo que no estoy
seguro es que eso pueda predicarse de la mayoría de la población española.