Desventurada
edad
“Dichosa edad y dichosos siglos aquellos a quien los antiguos pusieron
nombre de dorados...”. ¡En cuántos libros de texto no habrá
aparecido esta arenga de don Quijote a los cabreros! Cervantes, cual otro
Isaías, sueña con un tiempo de oro en el que “more el lobo con el cordero y en
el que el león coma paja con el buey”. De oro, sí, pero no porque abunden las
riquezas, sino porque se ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.
Cómo no recordar aquí a Rousseau, quien hace derivar todos los males de la
historia de aquel que por primera vez “tras haber cercado un terreno, se le
ocurrió decir esto es mío, y encontró hombres tan simples como para
creerle”.
Alonso Quijano, en su demencia, acaricia
El Gobierno, para contentar a unos y a otros –puede ser que en distintos
bandos pero todos con los mismos intereses, que no son, por supuesto, los
generales–, ha prometido introducir una enmienda en los presupuestos para
restringir la publicidad en la televisión pública y permitir así que las
televisiones privadas se lleven un trozo mayor de la tarta.
Hay que admitir que la televisión pública no ha sido hasta ahora un
modelo de libertad y pluralismo. Los gobiernos, todos los gobiernos, de
derechas o de izquierdas, centrales o autonómicos, han pretendido utilizarla
para sus intereses. Pero se equivocan los que piensan que la libertad y el
pluralismo vienen de la mano de las televisiones privadas. La cuenta de
resultados a lo único que conduce es a la televisión basura y a la manipulación
informativa, de acuerdo con las conveniencias de quienes mandan en cada uno de
los medios, y que, más allá de un aparente pluralismo, coinciden en los
intereses de lo tuyo y de lo mío frente al interés publico.
Los medios de comunicación privados carecen de cualquier tipo de control
que no sea la voluntad de quien o quienes los dominan. En los medios públicos,
siempre que estemos en un sistema democrático, esos controles, si bien con
dificultades, con claros y oscuros, son posibles. De hecho, a pesar de todos
los pesares y de la frecuente manipulación de los gobiernos, Televisión
Española ha tenido bastante más control social que cualquier televisión
privada, y debería seguir teniéndolo, aunque la beatería hacia lo privado haya
conducido a que se pretenda en la última reforma convertir el ente público en
una sociedad estatal, con lo que los controles se debilitan y como
consecuencia, desaparece, por ejemplo, uno de ellos como es la intervención
delegada.
Es un espejismo fundamentar la libertad de prensa en la propiedad
privada. Lo único que se consigue es la libertad de los que por tener
suficientes recursos controlan los medios, libertad de imponer sus ideas y
censurar todo discurso que contradiga sus intereses.
Lúgubre etapa en la que hablar de la finalidad social de la propiedad,
deviene en herejía. Y ello a pesar de que este principio esté reconocido
expresamente en