Segunda mutación del PSOE
La Universidad
Menéndez Pelayo, al igual que la de El Escorial, es cualquier cosa menos
universidad. Ambas son simples plataformas para que políticos y demás hombres
públicos -también mujeres-
puedan expresar sus ideas y proyectos y aparecer en la prensa durante el
verano. Leo en un diario que allí, en la Universidad Menéndez Pelayo, Rodríguez
Ibarra ha declarado que lamenta la falta de diálogo en el PSOE. Ha contrapuesto
la etapa de Felipe González, rica en debates y en confrontación de opiniones,
con la actual, en la que lo único que existe, según él, es la fidelidad a la
palabra de Zapatero. También recientemente he escuchado en la radio a Rosa Díez
quejarse de la falta de libertad y de cómo se persigue y se reprime a los
disidentes.
Los dos tienen en
esta ocasión toda mi simpatía. Pero ello no es óbice para que esboce una
sonrisa un poco irónica y me maraville de las vueltas que da el mundo, de
martillo de herejes a heterodoxos. El tiempo borra, modifica, transmuta. La memoria
se va diluyendo y reconstruimos la realidad según nuestro parecer y a nuestra
conveniencia, hasta el punto de que terminamos creyéndonos nuestros entes de
razón. Hay que ser muy olvidadizo para afirmar que el PSOE de González se
caracterizaba por la pluralidad y el debate interno.
Ya que estamos en el
año de la memoria histórica, sería bueno que no falseásemos la historia; por
supuesto la del franquismo, pero tampoco otros periodos más cercanos como la
transición o el felipismo. Lo que está viviendo
ahora el PSOE de Zapatero no es muy distinto de lo que vivió en esa otra etapa
que se denominó felipismo. El nombre
constituye ya un indicativo del caudillismo existente y de la total carencia de
democracia interna. La famosa frase de Alfonso Guerra, “Quien se mueva no sale
en la foto” -mas allá de la pretensión del autor referida
quizás exclusivamente al reparto de cargos y puestos, una vez ganadas las
elecciones del 82-, se convirtió a lo
largo de todas las legislaturas en el poder en eslogan y consigna a tener muy
en cuenta, ya que existían muchas ‘fotos’ en las que salir.
El primer y más
importante campo de conflicto, allí donde los afiliados y militantes tuvieron
que tragar más sapos, fue la política económica y social. El Gobierno fue
adoptando medidas que poco tenían que ver con un ideario socialista y
retrasando otras que sí constituían promesas electorales y aspiraciones
ancestrales de
El cambio -eslogan
con el que el PSOE había concurrido a las elecciones-
se produjo, no sé si el de España, pero sí el del partido socialista. Algunos
se rebelaron, pocos desde luego, y casi todos ellos terminaron fuera del
partido. La gran mayoría aceptó con resignación y al menos en público la nueva
doctrina contraria a lo que hasta entonces venían defendido, pero ese era el
precio a pagar para continuar saliendo en
Lo que comenzó
siendo la opinión de unos pocos y fundamentalmente la imposición del jefe,
terminó siendo ideología asimilada por todo el partido. He aquí la primera gran
mutación del partido socialista: la asunción de forma generalizada de lo que se
dio en llamar el social-liberalismo, que no es más que el neoliberalismo
económico disfrazado y endulzado con algunas gotas de beneficencia o solidaridad.
Tan así fue que cuando el PP llegó al poder pudo vivir en cierta forma de las
rentas que las reformas regresivas del PSOE le proporcionaban, y cuando fue más
allá, como en las privatizaciones o en la reforma fiscal, resultaba bastante
difícil atacarles desde el partido socialista, ya que ellos habían iniciado
ambos procesos. En honor a la verdad, habrá que decir que la conversión al
neoliberalismo dentro de la socialdemocracia no fue privativa del PSOE, tan
sólo quizás fue el pionero, pues más tarde llegaría la tercera vía de
Blair y el giro de Schröeder.
La etapa actual
tiene bastante parecido con
Se esta producido la
segunda mutación del PSOE. Pero en algo tienen razón los que pretenden
diferenciar esta etapa de
Que nadie piense que
la falta de democracia interna es exclusiva del partido socialista. Análisis
parecidos o peores se podrían hacer de casi todas las formaciones políticas.
Algo falla en las reglas de juego y en el diseño político actual. Pero ello
sería ya materia de otro artículo.