El
plan Ibarretxe
Pocos conceptos tan etéreos como el de nación. Sus límites son
difusos. El concepto no es jurídico sino antropológico, histórico, cultural y, por tanto, sus contornos aparecen
imprecisos e indefinidos. La Historia ha creado y destruido naciones, al tiempo
que se fundaban y se derribaban Estados. Sólo el Estado da forma y define la
Nación. El Estado es algo real; la Nación, en gran medida, una entelequia. No
es que eso que llamamos humanidad no sea plural: espacio geográfico, raza,
religión, cultura, lengua, costumbres, etcétera, generan la diversidad de los
pueblos; pero ¿dónde termina uno y dónde comienzan los otros?, ¿cuándo y en
función de qué factores se puede caracterizar a un colectivo como nación? Son
preguntas que, a pesar de los ríos de tinta que se han vertido por su causa,
continúan sin tener contestación.
Algo
parecido sucede con el derecho de autodeterminación. ¿Cómo negarse a que un
pueblo decida su destino? El problema comienza tan pronto como se trata de
definir lo que entendemos por pueblo. ¿Quién tiene derecho a autodeterminarse y frente a quién? El pueblo vasco, pero
¿quién conforma el pueblo vasco?, ¿los nacidos en el País Vasco?, ¿los
residentes en Euskadi?, ¿los hijos de vascos? ¿Cuántas generaciones son
necesarias? ¿Aun cuando se viva fuera del País Vasco?, ¿también los navarros?,
¿y los franceses? Euskadi puede autodeterminarse
frente a España, pero ¿Álava puede autodeterminarse
frente al resto del País Vasco? y ¿una región o un pueblo de Álava puede autodeterminarse frente a Álava?
El
proyecto Ibarretxe, recurriendo al ámbito de decisión vasco, presenta dos
errores de fondo que invalidan su propuesta. El primero es que se plantea no
desde la nación o el pueblo vasco, sino desde la Comunidad Autónoma vasca, es
decir, desde el Estado español, al que curiosamente se pretende dejar al
margen. Ibarretxe es lehendakari por la Constitución española, dentro de un
ámbito jurídico cuya fuerza coercitiva proviene exclusivamente del Estado español.
Lo presenta en un Parlamento nacido de un Estatuto que sólo es tal en el marco
jurídico español y pretende celebrar el referéndum en una población, la de la
comunidad autónoma vasca, que tan sólo viene definida por las leyes españolas.
El segundo
es que no plantea la independencia, sino un Estado libre asociado con el Estado
español y, desde ese momento, algo deberemos decir el resto de los españoles.
Si nos interesa o no tal asociación. En un Estado democrático no pueden
establecerse privilegios ni en lo personal ni en lo territorial. Los
privilegios, los fueros, son vestigios de otras épocas, épocas de absolutismo
en que las libertades, los derechos, no estaban generalizados, sino concedidos
o arrebatados al monarca en forma de privilegios, de fueros, normalmente por la
nobleza, pero también más tarde por ciudades y territorios. El mismo statu quo marcado por la Constitución no
deja de presentar elementos espurios en esa igualdad propia de un Estado
democrático. Los fueros con el concierto fiscal sitúan al País vasco en una
situación clara de privilegio en materia tributaria frente al resto de las
Comunidades Autónomas.
Uno no sabe
muy bien qué es la nación española, pero sí qué es el Estado, único ámbito en
el que, mejor o peor, se cumple el juego democrático y en el que resulta
posible establecer contrapesos al poder económico. Parece evidente que cuanto
más pequeño sea dicho ámbito, en una época de globalización económica, menos
posibilidades habrá de que cumpla estas funciones y mitigue las desigualdades
creadas por el mercado. En este sentido, el proceso autonómico supone un paso
atrás. Y es por eso también por lo que, sabiendo o no, qué es eso de la nación
europea a la que se refería Ortega, habría que apuntarse al Estado Europeo, lo
que precisamente no es la Unión Europea. El proceso autonómico asumido en la
transición ha introducido en la política española una fuerza centrífuga a la
que no se ve fin, con el riesgo de desvertebrar, no la nación española sino el
Estado español. La primera víctima, aunque no sea consciente de ello, será la
izquierda.