Culpabilidad ante la crisis

Se tiende a correlacionar el bien y el mal con el premio y el castigo. Precisamente porque en la mayoría de las ocasiones los hechos no confirman esta suposición, casi todas las religiones se han visto obligadas a elaborar una explicación acerca del sufrimiento de los inocentes. Aquellas que carecen de una creencia firme en la inmortalidad recurren a las más extrañas teorías como la de hacer responsables a los hijos de los pecados de los padres. Por el contrario, aquellas que defienden la existencia de otra vida más allá de la muerte, sitúan en ella la recompensa de los méritos o los castigos por las malas obras o errores cometidos.

 

El capitalismo pretende hacernos creer que constituye un orden justo, por la supuesta razón de que cada cual obtiene aquello que merece. La buena o la mala gestión generan los beneficios o las pérdidas. Por los errores o los aciertos pagan aquellos que los cometen, y el éxito o el fracaso son fruto del trabajo o de la abulia. Lo cierto es que nada de esto es verdad, y casi siempre los culpables de los desastres se libran de toda responsabilidad.

 

En los actuales momentos el coste de la crisis no está recayendo precisamente sobre los que la han originado -los sacrificios se centran en los que no han tenido nada que ver en el asunto-; todo indica, por el contrario, que los responsables pueden estar incluso obteniendo importantes ventajas.

 

Los administradores de las entidades financieras, salvo raras excepciones, tanto en el ámbito internacional como en España, mantienen sus puestos y sus cargos, y continúan percibiendo retribuciones exorbitantes con la excusa de que hay fuga de cerebros. La pena es que no se fugasen antes de originar la crisis. En nuestro país, ellos han sido los causantes de la burbuja inmobiliaria vendiendo a sus clientes edulcorados cuentos. ¿Qué responsabilidades se están pidiendo a los que han llevado a la ruina a cajas de ahorros y a bancos, ocasionando además el estrangulamiento del crédito?

 

Culpables por acción u omisión son, sin duda, los políticos que han permitido este orden de cosas y que durante años se apuntaron medallas, e incluso se jactan ahora de su buen hacer en épocas pasadas. Consideran la crisis como un cataclismo natural y ajeno a la acción del gobierno o como responsabilidad del partido opuesto. Culpables son en España aquellos que han aprobado, propiciado o aconsejado la entrada en la Unión Monetaria, en buena medida causa de los males que hoy acucian a la economía española. Son igual de culpables que los que a principios de los noventa tuvieron nuestra moneda artificialmente apreciada en el sistema monetario europeo, generando crisis, paro y pobreza. Sobre ninguno de ellos ha recaído la menor responsabilidad. Continúan gozando de sus puestos en el sector público o de importantes retribuciones en el sector privado, o de ambas cosas a la vez.

 

Culpables son los ejecutivos de las grandes empresas de servicios que han elevado los precios abusivamente con la finalidad de incrementar sus beneficios. Han originado diferencias permanentes con los demás países europeos en las tasas de inflación, diferencias que, ante la imposibilidad de devaluar, han ocasionado un proceso acumulativo de pérdida de competitividad de la economía. Por ello son también en parte responsables de la crisis y de las dificultades de reactivación. Sin embargo, todos ellos continúan en sus cargos incrementando sus ya escandalosas retribuciones con bonos extraordinarios.

 

La crisis no existe para los que la causaron. Su coste de dolor, sufrimiento y pobreza lo pagan otros. Son otros los que quedan en paro o ven recortadas sus retribuciones. El capitalismo no sé si será eficaz, pero desde luego se lo que no es, justo.