Los presupuestos del PNV

Los que ya somos bastante carrozas recordamos que el dúo Johnny y Charley nos trajeron del norte de Europa una melodía pegadiza que en aquel año de 1965 se convirtió en canción del verano: la yenka. La letra decía algo así: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, atrás, un, dos, tres”. ¿Estaría pensando en ella el portavoz del PNV al calificar la política económica del Gobierno en el discurso de la aprobación de los presupuestos? Tildó la gestión de la crisis por parte del señor Rodríguez Zapatero de caótica. Habló de “política fiscal errática”, de “acción del gobierno improvisada” y denominó a este Gobierno “de quita y pon, tan de quita y pon que a veces quita y pone hasta del mismo sitio”.

Algo de razón parece tener el señor Azpiazu. En una crisis como la actual se puede seguir una política keynesiana de incentivar la demanda -política por la que parecen haberse inclinado con matices los miembros del G-20, con Obama a la cabeza-, y dentro de ella se puede poner más el acento en incrementar los gastos sociales y las infraestructuras o más bien en bajar los impuestos, según se tengan planteamientos progresistas o neoliberales (aunque algunos digan que bajar los impuestos es de izquierdas). Se puede también adoptar la postura de los republicanos americanos y de algunos otros conservadores que, siguiendo las doctrinas de la escuela austriaca de Hayek, mantienen que el endeudamiento no puede solucionarse con más endeudamiento y son contrarios, por tanto, a los planes de estímulo y partidarios, aun en estos tiempos de crisis, de mantener la estabilidad presupuestaria o al menos de no incrementar más el déficit.

Quien haya tenido la paciencia de leer otros artículos míos sabe de sobra por qué política me inclino, pero he de reconocer que todas las descritas se pueden defender con argumentos económicos. Pero lo que no resulta excesivamente coherente es ser keynesiano por la mañana y hayekiano por la tarde. No se puede poner en marcha planes de estímulo para reactivar la economía y a renglón seguido, sin que éstos en una buena parte se hayan realizado aún, introducir políticas restrictivas, apostando por recortes de gasto y subidas de impuestos. Es más, no parece lógico que en el mismo presupuesto en que se aprueban estas últimas medidas se acuerde también un nuevo fondo de acción municipal contra el desempleo por 5.000 millones.

El señor Azpiazu puede tener razón, pero por ello y porque votó a favor de estos presupuestos han quedado más en claro sus motivaciones y más al descubierto las profundas debilidades de nuestro sistema electoral, hasta el punto de que en opinión de algunos, entre los que me encuentro, invalidan el sistema democrático. Una vez más, se están aprobando o rechazando unos presupuestos no en función de su bondad para España en su conjunto o para enderezar las graves dificultades económicas del país, sino en función de los intereses particulares de una determinada Comunidad, en este caso el País Vasco y Canarias, lo que resulta inaceptable desde la óptica de un Estado de derecho.

La posibilidad de que el País Vasco pueda hacer dumping fiscal a las Comunidades limítrofes, el adelanto de cuatrocientos millones por IVA a la diputación de Álava, las transferencias de las políticas activas de empleo, más 125 millones en inversiones exclusivas para el País Vasco (85) y para Canarias (40) son las razones por las que se van a aprobar finalmente las cuentas públicas.

¿Hasta cuándo van a permitir los partidos nacionales este escándalo? ¿Para cuándo la reforma de la ley electoral? ¿Puede ostentar la representación de diputado nacional aquel a quien sólo le importan los intereses de una parcela pequeña de España? ¿No será ya el momento de reformar la ley electoral introduciendo una rabiosa proporcionalidad, al tiempo que se exija que para estar en las Cortes un partido tenga que obtener representación en varias Comunidades Autónomas?