Guerra
asimétrica
El lenguaje no es
neutral. Desde Maquiavelo, se conoce la fuerza de las palabras en el imaginario
popular y los beneficios que al poder le reporta manejar los vocablos
apropiados. La propaganda franquista aireaba los “veinticinco años de
paz”, ocultando que habían sido precisamente los sublevados los que habían
iniciado una de las más pavorosas contiendas civiles sufridas por nuestro país.
Hoy, la propaganda oficial propaga la expresión “proceso de paz” consciente de
la magia que emana de esta palabra y cómo siembra en el inconsciente colectivo
la premisa de que todo debe sacrificarse a su obtención.
Una
de las peores facetas del terrorismo de Estado es la capacidad que tiene de
disfrazar con expresiones aparentemente inocuas las mayores atrocidades. Con la
locución “efectos colaterales”, Solana y demás mandos de
Los
tres suicidios son simplemente la realización de algo sabido y esperado. Antes
o después tendrían que producirse, dados los múltiples intentos que se venían
sucediendo, fruto sin duda de la desesperación en que se debaten –tal como han
manifestado sus abogados– los allí confinados, privados de todos sus derechos y
de la capacidad de defenderse. Por si solo, Guantánamo deslegitima el sistema
democrático americano y toda su política exterior, al tiempo que pone en
cuarentena la efectividad de la legalidad internacional. Es verdad que hoy las
diferentes instancias internacionales, desde
Por
supuesto que Guantánamo no es la única expresión de la iniquidad que está
acompañando la invasión de Irak y Afganistán. Poco a poco, van apareciendo
distintas informaciones que dejan al descubierto las atrocidades cometidas,
desde las torturas de Abu Ghraib a la matanza de Hadiza,
pasando por los vuelos de la CIA o el tiro al blanco que, según algunas
informaciones, se practica con civiles en Ramada. Todo ello no es desde luego
anecdótico como pretende el Gobierno estadounidense, sino más bien lo poco que
ha trascendido, sorteando la censura, de un universo mucho más vasto y que
progresivamente se irá conociendo.
La
balada sádica entonada por un marine en un video que ha circulado recientemente
en las distintas televisiones constituye una expresión bastante clara de la
ideología y sentimientos que deben anidar en buena parte de las fuerzas de
ocupación. No vale escandalizarse ni siquiera predicar de los agentes directos
la culpabilidad principal. Los máximos responsables son aquellos que han
desencadenado la contienda y trasmiten la doctrina de que, frente a los
considerados enemigos: el eje del mal, todo está permitido. Iniciar una
guerra, es abrir la caja de Pandora de la que se escapan las pasiones más
ruines, los sentimientos más abyectos y las pulsiones más sádicas. Los máximos
culpables son, sin duda, los que lanzan a los combatientes de uno y otro bando
a estados tales de miedo y desesperación en los que terminan emergiendo los
peores instintos. Responsables son también los que hicieron de tontos útiles,
los comparsas y cómplices. Algunos deberían preguntarse si tanto dolor y
sufrimiento puede pagarse con una vicepresidencia en el Banco Mundial.
La
responsabilidad se extiende también a los gobiernos europeos y a su hipocresía.
Desde el inicio se intuía que la negativa de algunos a la guerra de Irak tenía
mucho de posición estratégica o de rentabilidad electoral. La moderación en la
forma de oponerse y, sobre todo, la mala conciencia se han hecho presentes en
numerosas ocasiones hasta el punto de parecer que se pedía perdón por tanta
osadía. La conclusión está a la vista, se ha estado presto a seguir
colaborando, si bien más o menos a hurtadillas o con pretextos espurios. El
espectáculo bochornoso de los vuelos de
No
deja de ser significativo que, mientras aparentemente se inhiben en la
ocupación de Irak, se involucren más y más en Afganistán. No parece que ambas
situaciones sean sustancialmente distintas por el mero hecho de que