El
programa económico de Obama
Es lógico que
Zapatero salude con entusiasmo la llegada de Obama al gobierno, aunque sea tan
solo porque representa la salida de Bush. Zapatero se siente cercano al 44º
presidente de los EEUU. Ante la insistencia de los periodistas, ha calificado
de socialdemócrata el programa económico de Obama. No sé si yo iría tan lejos,
y ni siquiera sé si es posible ─después de treinta años de involución en el pensamiento
económico y de destruir, al menos parcialmente, los mecanismos necesarios─ aplicar una
política socialdemócrata que pueda recibir seriamente tal nombre, al menos a
corto plazo.
Es cierto que las
referencias a la economía que Obama ha hecho a lo largo de toda la campaña
electoral se alejan largamente del pensamiento neocon
de Bush, pero ese discurso en estos momentos puede ser perfectamente asumido
por políticos conservadores como Sarcozy o Merkel. Ante la hecatombe de la crisis económica en la que
estamos inmersos, todos reniegan del neoliberalismo económico y resucitan el
keynesianismo, reconociendo la necesidad de la intervención estatal y la
regulación de los mercados. Pero ni toda intervención estatal es
socialdemocracia ni todo incremento del déficit público se adecua a una política
keynesiana.
Una parte de los
825.000 millones de dólares que propone Obama para reactivar la economía va en
la buena dirección, pero otra parte importante se dirige a conceder beneficios
empresariales y a reducir el impuesto sobre la renta. Estas medidas
difícilmente se pueden considerar keynesianas y no parecen las más adecuadas
para reactivar la economía. Por muchas ayudas que reciban, las empresas no van
a invertir, y tampoco van a crear empleo, si piensan que no van a vender sus
productos o sus servicios. Así, los recursos que obtengan se encaminarán a
incrementar los resultados o a pagar deudas.
Keynes ─que se enfrentó a
una crisis, la del 29, con bastantes similitudes a la actual─, fue consciente de
que las crisis, lejos de autocorregirse, pueden autoalimentarse, y las
sociedades establecerse permanentemente en la depresión. Cuando la iniciativa
privada no funciona y el crédito no llega a los ciudadanos, se precisa de la
acción estatal (cebar la bomba) para incentivar la demanda. Pero tales acciones
deberán realizarse de la forma más directa posible, de manera que el riesgo de
que el efecto multiplicador se pierda o debilite sea mínimo. Los recursos deben
ser selectivos, orientados a la inversión pública o a favorecer a aquella parte
de la población más necesitada que es también la que tiene mayor propensión al
consumo o, lo que es lo mismo, menor capacidad de ahorro.
Keynes escribió en
su Teoría general que los argumentos dados conducían a que el crecimiento
económico lejos de depender del ahorro de los ricos, como normalmente se
supone, tiene en él un impedimento y que, de este modo, quedaba eliminada la
principal justificación de la desigualdad social. Obama y el resto de los
mandatarios internacionales deberían tener muy en cuenta estas palabras. Las
medidas más eficaces para salir de la crisis son las políticas sociales y
redistributivas. En contra de lo que está propugnando el PP, no son rebajas
fiscales lo que se necesita sino incrementos impositivos a las clases altas,
para orientar esos recursos a la parte de la población más necesitada.