El
riesgo del riesgo país
Los credit default
swaps (CDS) de los bonos españoles, que miden el coste de seguro para cubrirse
de un eventual impago, han pasado de veinte puntos porcentuales a finales del
pasado año a situarse por encima de los cien. Ello sería explicable como
consecuencia de la crisis, aunque en realidad el peligro de que un país como
España deje de atender sus compromisos internacionales, aun en estos momentos,
debería ser cero. Pero lo que resulta absolutamente paradójico es que esta
prima de riesgo sea superior a las de la deuda de determinados bancos como el
Santander o el BBVA, que no llegan a los cien puntos porcentuales, cuando si
algo está claro es que esta crisis tiene su origen en las entidades financieras
y en la mutua desconfianza entre ellas.
Este hecho bastaría para descalificar
índices tales como el de riesgo país, que, bajo una aureola tecnócrata, juzgan
la solvencia de los Estados en función de presupuestos ideológicos, sociales y
políticos, castigando a aquellos que no siguen los dictámenes de la ortodoxia,
aun cuando es precisamente el cumplimiento de estos consejos lo que pone a las
naciones al borde de la quiebra, tal como se demostró en el caso de Argentina.
En este país, tales indicadores, alentados por el FMI, daban señales de
confianza a los inversores cuando su economía caminaba ya hacia el colapso.
A pesar del reciente descenso de las
materias primas, no hay razón objetiva para pensar que la mayoría de los países
emergentes, al menos de América Latina y de Asia, vayan a tener dificultades
financieras mayores que los del Primer Mundo. Es más, el índice de riesgo país
supone que el peligro de default de los bonos americanos es cero; aunque si
cualquiera de los países emergentes tuviera los desajustes financieros y
presupuestarios de EEUU se diría de él que estaba al borde de la suspensión de
pagos.
Ha sido alguien tan poco sospechoso de
izquierdista como George Soros quien ha expresado con mayor precisión la
verdadera naturaleza de estos indicadores: “Mientras en la antigua Roma solo
votaban los ciudadanos romanos, en el capitalismo global solo votan los
capitalistas norteamericanos, y lo hacen a través de sus empresas
especializadas en determinar el riesgo-país”.