Aterrizar
en Cuba
Pueden imaginarse el susto de los pasajeros
del vuelo 6625? Por dos veces tuvieron que retornar y aterrizar en Barajas por
avería en uno de los motores. Es de suponer que al fin, tras dos días de
retraso, hayan llegado a La Habana. Lo que no parece probable es que sean
capaces de disfrutar plenamente de sus vacaciones: deben regresar en el mismo
avión, avión que Iberia tiene alquilado a una compañía islandesa. Hecho
sorprendente para el editorialista de este diario y sorprendente para mí
cuando, hace casi dos años, en enero de 1998, me tuve que trasladar a Cuba a un
encuentro internacional de Economía. Pensé que me había equivocado de vuelo.
Miré el billete con incredulidad, hubiera jurado que lo había contratado con
Iberia. Porque no se trataba ya de que el avión fuese de una compañía
islandesa, sino que también lo eran la tripulación y su uniforme. El comandante
no sabía ni papa de español y las azafatas apenas lo chapurreaban. A uno no le
gusta que le den gato por liebre y que cuando compra el billete a una compañía,
que encima es la más cara, termine haciendo el viaje con otra distinta que
apenas conoce.
El cenicero estropeado y repleto de colillas
no había manera de vaciarlo. Los auriculares para seguir la película tampoco
funcionaban o, para ser más exacto, lo hacían en estéreo al estilo de Babel: el
izquierdo transmitía la película en inglés y el derecho en español. Nunca me ha
dado miedo volar, pero en este viaje me sentí un poquito intranquilo. Si lo que
estaba a la vista se encontraba tan deteriorado ¿qué ocurriría con el resto,
con lo que no se veía, con la mecánica? El regreso me ofreció la respuesta.
Tras dos horas de espera, el vuelo quedaba suspendido hasta el día siguiente.
Necesitaban una pieza y debían traerla de España. Un amigo, funcionario de un
organismo internacional, comentó que aquello era normal. Más de una vez,
después de despegar, había tenido que volver a aterrizar en La Habana.
Es posible que Iberia haya declarado los
vuelos a Cuba zona comanche; pero también puede ser que este caso no sea tan
excepcional. En EEUU los accidentes de aviación, tras la liberalización de
Reagan, aumentaron vertiginosamente. Es lo que ocurre cuando se pretende que un
sector tan sensible como el del transporte aéreo se rija exclusivamente por
criterios de beneficio y rentabilidad. Ojo al parche.