Lamy y Praga

Seattle marcó un hito; una fractura en el monolitismo del discurso oficial. A partir de ahí cada vez que los representantes del capitalismo mundial se reúnen deben escuchar los gritos de los que, haciéndose portavoces de los que no tiene voz, protestan contra el retorno a un sistema económico que en nombre de la libertad condena cada vez a más gente a la esclavitud y a la miseria. Ahora en Praga no podían faltar. Muchos o pocos –la República checa no es EEUU–, lo cierto es que los delegados a la asamblea anual del Fondo (FMI) y del Banco Mundial (BM) tendrán su correspondiente contrapunto.

Con la excusa de tan magno acontecimiento el diario El Mundo entrevistaba el pasado domingo a Pascal Lamy máximo representante de la Unión Europea en materia liberalizadora –Comisario de política comercial—, y de profesión, así se profesa él, socialdemócrata. A lo largo de toda la entrevista, con tono casi jesuítico, muestra una gran condescendencia frente a los manifestantes. Son buenos chicos, eso sí un tanto ingenuos, y desde luego equivocados. Sus inquietudes son adecuadas, todos participamos de ellas, en especial los socialdemócratas, sólo que no aciertan en las medidas que proponen. "El movimiento antiglobalizador se equivoca en la solución: ellos piden menos gobierno –menos FMI, menos BM— y yo digo que hace falta más FMI, más BM, más OMC, y hasta un organismo mundial que regule el Medio Ambiente".

¿Candor ó mala fe? Lo mejor que se puede decir de este discurso es que está dictado por una ingenuidad infinitamente mayor que la que Lamy quiere predicar de los manifestantes de Seattle y de Praga. Es lo malo de los socialdemócratas al estilo de Delors –Lamy fue su jefe de gabinete y discípulo más aplicado–, que mientras pregonan el gobierno europeo y el gobierno mundial, construyen exclusivamente el mercado global.

El movimiento antiglobalizador no pide menos gobierno, lo que pide es menos mercado. Resulta de un enorme cinismo ver en el FMI, en el BM, o en la OMC el gobierno mundial, en todo caso, de serlo, sería un gobierno antidemocrático, regido exclusivamente por aquellos que en el orden personal, empresarial, o nacional disponen del poder económico.

Un acontecimiento aparentemente sin demasiada importancia, casi anecdótico ha venido a demostrar en los últimos días quién manda en el Banco Mundial. El economista Ravi Kabur director del informe que el banco publica anualmente sobre el desarrollo humano, dimitió antes de terminar el referente al 2000/2001. Razones, enfrentamientos acerca de su enfoque con el Departamento del tesoro de Estados Unidos.

¿Gobierno mundial? Más bien plenipotenciario del Imperio para los países pobres.