La
vivienda como ejemplo
La historia suele
repetirse sea quien sea el protagonista. CiU nos tenía muy acostumbrados a la
misma canción en aquellas ocasiones en las que el gobierno de turno carecía de
mayoría absoluta. Esta formación estaba siempre dispuesta a garantizar la
gobernabilidad, claro está a cambio de que hubiese ventajas adicionales para
Cataluña. En los momentos presentes es Ezquerra Republicana la que, muy
responsablemente, presta su voto para aprobar los presupuestos; pero después de
poner la mano y de que se
Es hora de que
vayamos tomando conciencia de que se está construyendo un Estado monstruoso. En
cada Comunidad se genera una clase política cuyos intereses van unidos a la
consecución de más y más autonomía, y que pone todo su empeño en propiciar esa
fuerza centrífuga sin que aparentemente pueda vislumbrase el final del proceso.
Hasta ahora eran los partidos nacionalistas los que se situaban en esas
coordenadas, y por lo tanto afectaban exclusivamente a algunas comunidades,
pero cada vez resulta más evidente que el germen secesionista comienza a anidar
también en buena parte de los partidos nacionales. Las direcciones centrales se
ven chantajeadas y empujadas a aceptar la dispersión.
En casi ninguna
materia va resultando posible realizar una política nacional. Ahí tenemos el
caso de
Por otra parte,
algunas rentas son opacas. Hay colectivos que tienen especial capacidad para
ocultarlas. Profesionales o empresarios que facturan directamente al
consumidor, trabajo doméstico, etcétera. A menudo resulta que aquellos que
defraudan –aun cuando sus ingresos reales sean más elevados que los de otros
que los tienen controlados por la nómina– están en mejores condiciones para
recibir subvenciones.
En una economía de
mercado las intervenciones públicas no pueden realizarse de cualquier manera.
Hay que tener muy en cuenta los mecanismos que se van a desatar. De lo
contrario, el propio mercado puede terminar burlándose de las medidas y que se
obtengan los efectos contrarios que aquellos que se pretendían. Las
subvenciones pueden trasladarse vía precios a otros destinatarios distintos de
los que teóricamente eran sus beneficiarios.
Si lo que se intenta
es combatir el alto precio de la vivienda, mal camino se ha escogido al
incentivar la demanda con subvenciones. Lo más seguro es que se eleven los
precios y las ayudas públicas terminen engrosando los beneficios de promotores
o constructores. Si de verdad se quieren reducir los precios, habrá, por el
contrario, que actuar sobre
Por otra parte, se
puede incrementar la oferta de viviendas movilizando las casas vacías
propiciando el alquiler. Hoy, una legislación excesivamente proteccionista del
inquilino se vuelve en su contra, porque al final lo que se logra es que
desaparezca este mercado. Nadie o casi nadie estará dispuesto a arrendar si el
riesgo es tan elevado, o se exigirán avales bancarios que garanticen
mínimamente al arrendador sus derechos, pero que como es lógico no estarán al
alcance de la mayoría de los que buscan un piso en alquiler. Los únicos
beneficiarios, los bancos.
Mucho tiene que ver
en ese estado de cosas la lentitud de la justicia y el excesivo tiempo que se
tarda en decretar los desahucios. Las dificultades que un inquilino pueda tener
a la hora de cumplir sus obligaciones pueden ser susceptibles de ayuda por
parte de la sociedad pero debe recaer sobre el Estado, nunca sobre el
arrendador pues de lo contrario se retraerá de alquilar el piso. La creación de
una agencia estatal para garantizar subsidiariamente las obligaciones de los
arrendatarios es una de las pocas medidas anunciadas que parecen efectivas.
El
problema, en cualquier caso, radica en que las competencias en materia de
vivienda están troceadas y será difícil que en esta, como en otras muchas
materias, teniendo en cuenta el Estado que vamos configurando, el gobierno
central tenga en sus manos los medios e instrumentos para acometer una política
eficaz. Todo sea por nuestra vocación autonómica.