Europa
y sus contradicciones
A finales de la
semana pasada se celebró en
Bruselas la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de
Lo que quizás ha sido más novedoso en esta
reunión es el papel jugado por un país, como Polonia, de reciente
incorporación, que hizo peligrar el acuerdo y mantuvo en jaque a todos los participantes
hasta el final. Este hecho es, sin duda, bastante expresivo de las
contradicciones a las que está sometida
Pese a todo, los mandatarios
internacionales, y supongo que los intereses que se mueven tras las bambalinas,
están empeñados en mantener esa teórica unión. No es que se planteen en serio
la unión política, ni que entre sus objetivos se encuentre la creación de los Estados Unidos de Europa. Si estas
cosas se dicen es tan solo para animar al personal, pero conscientes de que
constituye una total Utopía. El mismo proyecto de Constitución está muy lejos
de merecer ese nombre, tan solo tenía la apariencia de tal y, como después se
ha visto, incluía mucha hojarasca capaz de resumirse en un Tratado de unos
pocos folios. Lo que los gobernantes están dispuestos a mantener como sea es la
integración conseguida en el ámbito comercial, financiero y monetario.
Ese voluntarismo se concreta en la postura antidemocrática que ha
caracterizado todo el proceso, realizado
al margen de los ciudadanos. En las escasas ocasiones en que se ha consultado a
las sociedades, los referéndum han ido precedidos invariablemente de una campaña de
intoxicación y si así y todo el resultado era negativo, se estaba siempre presto a burlarlo repitiendo
la consulta tantas veces como fuese necesario.
El camino escogido tras el parón
constitucional ha sido aún más radical. Lo más eficaz, por lo visto, era
prescindir por completo de consultar a los ciudadanos, tirar por la calle del
medio y trasladar a un Tratado todo lo esencial de
Lo ocurrido con la Constitución no se ha
interpretado correctamente, tal vez porque no se ha querido, y era preferible
esconder la cabeza debajo del ala. El resultado negativo de Francia y Holanda
(dos de los seis miembros fundadores), el desistimiento de algunos países de
someterla a referéndum ante el miedo de que pudiese triunfar el no y la enorme
abstención en aquellos Estados que
tuvieron un resultado positivo desembocan en una misma conclusión: la
reticencia que hoy tienen las sociedades al proyecto europeo tal como hasta
ahora se ha realizado.
El rechazo a la Constitución no era
propiamente a este documento sino a todo lo anterior. Hay quien mostró su
sorpresa ante el no de Estados como Francia u Holanda. Al fin y al cabo,
decían, el 80% de la Constitución se limita a recoger lo que ya está vigente en
La hipocresía y la constante pretensión de engaño que presiden las actuaciones
europeas se han hecho evidentes en la propuesta de Sarkozy de que en el Tratado
no figure como objetivo primordial la libre concurrencia, sustituyéndola por la
economía social de mercado y el pleno empleo. Sin duda, tal decisión conforma
un buen ejemplo de nominalismo, de intento de que las palabras oculten los
hechos. Sarkozy pretende vender a los franceses una milonga: ante su posición
crítica les quiere hacer creer que algo ha cambiado cuando en realidad todo
permanece igual. Jurídicamente, no significa absolutamente nada, aparte de que
lo de libre concurrencia se mantiene en protocolos anexos.
Desde su creación, la Unión Europea se ha
fundamentado exclusivamente en la libre concurrencia. Todo su andamiaje
institucional y jurídico gira alrededor de esta realidad y, por el contrario,
cualquier condicionamiento social está absolutamente ausente, del mismo modo
que entre sus objetivos el pleno empleo mantiene un carácter muy secundario. Para percatarse de ello tan solo hay
que considerar la estructura, fines y actuaciones del Banco Central Europeo.