Volvemos
a lo de siempre
No. ¿Qué diferencia
hay entre Irak y Afganistán? A lo largo de estos meses, allí donde se me ha
dejado escribir, he mostrado mis recelos acerca de la sinceridad, o al menos de
la coherencia, de aquellos que habiendo callado o incluso apoyado la tormenta
del desierto, los bombardeos de Kosovo, la invasión de Afganistán, se mostraban
censores enérgicos de la masacre de Irak. Pero en materia de conversiones
resulta conveniente conceder un cheque en blanco, y apostar porque las posturas
mantenidas en el presente obedecen a una rectificación sincera de los errores
pasados. No obstante, la sospecha, se agranda cuando se empieza a hacer
distinciones entre Irak y las contiendas anteriores.
Ninguna guerra es
igual a otra. Estoy dispuesto a
reconocer que la de Irak está siendo especialmente odiosa e inicua, y que en
esta ocasión EEUU ha podido superar todos los límites, careciendo de cualquier
coartada. Pero no es un problema de más o menos. El tema fundamental estriba en cómo negarle legitimidad a Estados Unidos
para intervenir y ocupar Irak, si se le concede para hacerlo en Afganistán.
¿Cómo repudiar la presencia de las tropas españolas en Irak, al tiempo que se
envían a Afganistán?
Tras el fin
de la guerra fría, se ha ido estableciendo un nuevo orden mundial en el que
mucho antes de que Bush hijo fuese presidente de Estados Unidos se aceptaba sin
tapujos el papel profético de este país y el de sus aliados para llevar la paz -pax romana- y la felicidad, quisieran o no quisieran, a todas
las naciones; para imponer por las buenas o por las malas un determinado modelo
de civilización y cultura. Se dinamitó el principio de no injerencia y el
concepto de soberanía ha sido atropellado. Las grandes potencias, antiguas
metrópolis, se han arrogado el título de comunidad internacional y en su
nombre se han autoconcedido el derecho de dictaminar
a escala mundial lo que está y no está bien, e imponerlo por la fuerza. Pero
cuando la única ley es la fuerza, ¿cómo contener al más fuerte? Si la reacción
internacional, y especialmente la de Francia y la de Alemania en el caso de
Afganistán hubiese sido parecida a la producida en el caso de Irak quizás EEUU
no hubiese invadido este país.
Tras las falaces promesas de libertad, democracia y
reconstrucción, en Afganistán lo único que hoy se encuentra es un panorama
igual o peor que el anterior a la contienda. Un gobierno títere, el de Karzai, con un ejército que no va más allá de sus
guardaespaldas norteamericanos y cuya autoridad apenas se respeta en Kabul. El
verdadero poder está en manos de los señores de la guerra, a los que EEUU armó
para luchar contra los talibanes. Ahora se han repartido el territorio e
imponen en sus respectivas regiones gobiernos tiránicos. No existen
infraestructuras ni líneas telefónicas ni ferrocarriles; la miseria y el hambre
se extienden a toda la población, y las condiciones sanitarias son deplorables.
Ante la monstruosidad de Irak, Afganistán ha quedado en el olvido. Pero ¿acaso
no existe un cierto tartufismo en el escándalo con el
que las sociedades han recibido las torturas en Irak, como si Guantánamo no
hubiera estado a la vista de todos y la reacción no hubiera sido el silencio?
El retorno de las tropas españolas
de Irak ha tenido el mérito de representar la rebelión de un país pequeño
frente al Imperio. Que cundiese el ejemplo es lo que más podría temer EEUU, ya
que los mayores hace tiempo que se habían rebelado. Mandar ahora tropas a
Afganistán tiene toda la apariencia de que pedimos perdón por nuestra osadía, y
desde luego puede interpretarse como que la oposición del PSOE a la guerra de
Irak era puro oportunismo electoral. Pasadas las elecciones y habiendo ganado,
volvemos a lo de siempre.