El rescate y la salida del euro
Entre los aspectos ocultos del rescate bancario (ocultos para los españoles, pero no para los parlamentarios alemanes a los que se les ha facilitado toda la documentación al respecto), se halla el compromiso del Estado español de devolver el crédito en euros, aun en el supuesto de que España se encontrase fuera de la Eurozona. Por lo visto, en la Unión Europea se empieza a considerar como posible que el euro desaparezca o, al menos, que algunos países como España tengan que abandonar la Unión Monetaria. ¿Podemos extrañarnos entonces de que los mercados desconfíen y de que la prima de riesgo se eleve progresivamente?
La desaparición del euro o la eventualidad de que algunos Estados deban retornar a las monedas nacionales son posibilidades que todo el mundo niega en las declaraciones oficiales, pero que, según parece, en Bruselas, Frankfurt o Berlín no se descartan en absoluto. Más aún, existe la sospecha bien fundada de que todos los pasos que se están dando desde Europa tienen como objeto cubrirse ante esta contingencia. A ello se orientan sin lugar a dudas los rescates. No han ido, no, a salvar a los países rescatados -que, a la vista está, se hunden más y más en el abismo-, sino a reducir el riesgo que los grandes bancos, alemanes, franceses, etc. tenían en deuda pública de países que, si desapareciese el euro, deberían devaluar y como corolario a transferir ese riesgo a todos los contribuyentes europeos y no solo a los alemanes, tal como de manera falaz se quiere dar a entender. Concretamente, la exposición de las entidades financieras alemanas a la deuda pública griega es hoy mucho más reducida que al comienzo de la crisis.
El rescate a los bancos españoles tiene también una finalidad muy clara: salvar a los acreedores extranjeros que sanean sus activos frente a determinados bancos españoles en situación de práctica insolvencia. La contrapartida radica en que los contribuyentes asumen 100.000 millones de euros de deuda, con la obligación añadida de devolverlos en euros pase lo que pase, y aun cuando España abandonase la Eurozona y devaluase su moneda. No es de extrañar el empeño que Alemania, EE.UU. y las autoridades comunitarias tenían en el rescate y que forzaran al Gobierno español a solicitarlo.
En apariencia, las autoridades españolas presentaron alguna resistencia pero, por lo visto, no sirvió para mucho. ¿Qué hubiese ocurrido si hubiesen amenazado con dejar caer a los bancos y a las cajas insolventes? ¿Por qué tienen que pagar los contribuyentes españoles a los acreedores extranjeros? La reacción de los mercados es la prueba evidente de que el rescate bancario no beneficia a la economía española, sino que arroja sobre ella una losa de 100.000 millones de euros, losa que puede ser tremendamente pesada si mañana desaparece el euro o España termina saliendo de la Eurozona. Este es el razonamiento que se están haciendo los mercados y, me atrevería a decir, también el Banco Central Europeo cuando se niega a intervenir comprando deuda italiana y española.
Solo en España nos negamos a considerar la hipótesis de la salida del euro. Es comprensible. Es una situación económica sin precedentes, al igual que no tenía precedentes la constitución de la Unión Monetaria. Nos da vértigo. Pero haríamos mal en seguir la política del avestruz y no querer contemplar la realidad. No cabe ocultar las dificultades y los problemas que se presentarían; pero, más razón para que estemos preparados y sobre todo para que ante cada paso que vayamos a dar nos preguntemos cómo afectaría a nuestra situación en el caso de que abandonáramos la Eurozona. Por ejemplo, deberíamos plantearnos cómo influiría en esta hipótesis el rescate bancario que acabamos de solicitar o las medidas de ajuste y reformas que estamos adoptando en estos días.
Me da la impresión de que algunos países se encuentran en una situación similar a la de un paciente al que se le prescribe la necesidad de someterse a una operación dura y difícil, pero ante el terror que le produce el quirófano, y las complicaciones que sin duda van a seguirse de ella, la va posponiendo con la esperanza de sustituirla por parches y medicamentos. Cuando al fin la afronta, lo hace en peores condiciones y con anemia. El caso de Grecia me parece sintomático. ¿No debería haber abandonado la Eurozona hace ya varios años? No creo que se encontrase en una situación mucho peor que en la que ahora se halla, y al menos vislumbraría la salida al final del túnel, cosa que ahora no le ocurre. Además, es muy posible que antes o después tenga que enfrentarse con la temida ruptura y en condiciones peores y más delicadas. Y en el caso de España, ¿no ha llegado el momento de preguntarse si antes que ir a un rescate total, que lejos de solucionar, empeoraría la situación, no sería preferible retornar a la peseta?