Defensores y
detractores de
Hace
doce, quince años quizá, cuando estaba a punto de constituirse
Pues
bien, después de once años de funcionamiento podemos ya afirmar que ninguna de
ellas se ha cumplido. Las tasas de inflación han sido muy distintas entre los
países miembros. Valga como ejemplo que desde la constitución del euro hasta el
comienzo de la crisis (2007) los precios crecieron en España diecisiete puntos
más que en Alemania, lo que no debería extrañarnos ya que ocurrió lo mismo en
el pasado con el Sistema Monetario Europeo. Tampoco hay convergencia en los
tipos de interés, sólo hay que ver el que se está pagando por los bonos
alemanes y por la deuda griega. Las tormentas financieras están, desde luego,
ausentes de los mercados de divisas, al contar los países europeos con la misma
moneda; pero se han trasladado a los de la deuda pública y privada. No se
apuesta en contra de una divisa, pero sí a favor de que el CDS
(Credit Default Swaps) de un país se incremente.
Por
el contrario, las previsiones que hacíamos los detractores parecen estarse
cumpliendo en su totalidad: 1) que un sistema de tipo de cambio fijo, y tanto
más una moneda única, es incompatible con la libre circulación de capitales, 2)
que una unión monetaria no es viable sin unión política, y 3) que en momentos
de crisis la imposibilidad de devaluar trasladará el ajuste del campo monetario
al real con los consiguientes efectos negativos: recesión, incremento del desempleo
y reducción salarial. La devaluación empobrece por igual a todos los habitantes
de un país frente al exterior, mientras que el ajuste en la economía real
arruina principalmente a los trabajadores y a las clases bajas, no sólo frente
al exterior, sino en relación con el resto del país, es decir con los que
además se beneficiaron en el pasado del establecimiento de la moneda única.