España es diferente
Parece que la única estrategia del
gobierno español durante la crisis consiste en afirmar que España no es Irlanda
ni Grecia ni Portugal. Bien es verdad que esa postura no es original. Tal
latiguillo lo repiten no sólo los gobernantes españoles, sino también los del
resto de los países. Y es cierto que existen discrepancias, ¿cómo no iba a
haberlas si los países son diferentes? Pero las semejanzas son lo bastante
grandes para aconsejar que todas estas naciones se hubiesen unido en una
estrategia común en lugar de adoptar la postura de “tonto el último”.
Para empezar, todos ellos pertenecen a la
Eurozona y carecen, por tanto, de moneda propia y de un banco central que los
respalde. Su pertenencia al euro les ha permitido un fuerte endeudamiento, ya
sea público o privado, que durante largos años les dotó de una apariencia de
prosperidad, aunque asentada sobre una burbuja especulativa que antes o después
tenía que explotar.
De forma generalizada, han adoptado también
una política económica neoliberal: desregulación de los mercados,
privatizaciones, reducción de impuestos, cambios en la distribución de la renta
en contra de los costes laborales y a favor del excedente empresarial,
liberalización del sistema financiero, etc.
Es cierto que no todos los países partían
de igual situación ni han aplicado esta política con la misma intensidad. En
ese sentido, Irlanda ocupa un puesto de honor. Seguramente habrá sido el país
que arrancaba de un escenario peor y, a la vez, el que adoptó más plenamente
los principios neoliberales y se entregó con más afán a la desregulación y a la
especulación, hasta el punto de ser el ejemplo para los adictos del
neoliberalismo económico.
Irlanda supo aprovechar todos los
resquicios que
Estos días se está aireando el hecho de
que Irlanda tiene el impuesto de sociedades más bajo de toda la Unión 12,5 por
ciento. Es lógico que el resto de países se sientan indignados por la
competencia desleal que tales planteamientos han supuesto. Pero este es el gran
error sobre el que se ha construido
Los países –lejos de incrementar la productividad– han pretendido crecer mediante el mecanismo
de quitar un trozo de pastel al vecino, utilizando cada uno los instrumentos
que tenían más a mano. España, por ejemplo, se ha valido de los bajos salarios
(sus costes salariales en términos reales se hallan entre los que más han disminuido
en los últimos treinta años en
Todo este proceso conduce al desastre, no
sólo desde el punto de vista social y del de la igualdad, sino también desde la
óptica simplemente económica, porque los demás países reaccionan de la misma
forma generándose una carrera al infinito. Siempre habrá países que tengan
costes laborales más bajos o menor presión fiscal.
En Irlanda se ha dado otra variable que
ha precipitado su economía a la quiebra. En su afán por aparecer como el
abanderado del neoliberalismo económico a efectos de atraer inversiones
exteriores, ha liberalizado totalmente el sistema financiero hasta convertirlo
en un monstruo que ha devorado al propio Estado. Irlanda, un país pequeño, se
encontró al final con unos bancos desproporcionados para su tamaño a los que no
pudo respaldar. Problema parecido al de Islandia. Además, en su papel de estar
siempre a favor del capital, fue el primer país de la Unión en determinar que
el Estado respaldase todos los depósitos bancarios sin límite de cantidad, y no
contento con ello ha pretendido avalar no sólo los depósitos sino todo tipo de
pasivos bancarios. Al final, la insolvencia de sus bancos se ha trasformado en
la insolvencia del propio Estado. Y esperemos que no termine ocasionando la
insolvencia de algún otro Estado que se considera “diferente”.