Reacciones post
electorales
Resulta interesante analizar las diversas
reacciones que se producen después de cada consulta electoral. Suele haber una
constante: casi todos los partidos proclaman su triunfo. Todos ellos buscan
algún dato al que aferrarse, que les haya sido favorable. Estas elecciones, sin
embargo, han sido atípicas y las reacciones se han encaminado por otros
derroteros.
Por ejemplo, es curioso observar cómo en el
PP han sido precisamente los que más han contribuido a la derrota de Rajoy los
primeros en pedir su dimisión. Unos, los de dentro del partido, a media voz; y
los otros, los de la prensa, con altavoces. Todos se han apresurado a proponer
la necesidad de cambiar de líder. Más que curioso, en realidad, es patético,
porque indica cómo es la naturaleza humana y lo voluble de algunas adhesiones.
Sobre todo, cuesta reconocer los propios errores. Ciertos prohombres del
periodismo juegan siempre con ventaja. Se sitúan más allá del bien y del mal.
Pontifican sobre lo que deben hacer determinadas formaciones políticas. Si
estas triunfan, se ponen las medallas; pero si fracasan, se quitan de en medio
y son los primeros en tirar la piedra contra sus antiguos patrocinados.
Resulta curioso, también, contemplar los
análisis que acerca de los resultados electorales hacen los barones
provinciales o regionales de los distintos partidos. Cuando han obtenido un
buen resultado en sus respectivos feudos, corren a apuntarse el triunfo y a
pasar factura dentro de su formación política, haciendo valer los votos y
diputados aportados. Olvidan que, dado el sistema electoral actual, en la
mayoría de las ocasiones acaba siendo indiferente quienes sean los candidatos,
incluso poco tiene que ver el trabajo de las distintas agrupaciones a la hora
de obtener más o menos votos. En todo caso, serían factores a tener en cuenta
entre otras muchas variables. Con frecuencia, el mérito es del partido
contrario. La gente no vota a favor, sino en contra de una determinada fuerza
política.
Esperanza Aguirre, dentro del PP, no ha
tardado en reivindicar los buenos resultados obtenidos por su partido en
Madrid. Habría que preguntarse si tal hecho ha sucedido por ella o a pesar de
ella. Es difícil saber si su presencia ha desanimado a potenciales votantes,
pero lo que parece bastante seguro es que cualquier otro candidato habría
obtenido un número de votos parecido. Presiento que las ganancias del PP en
De igual manera, el PSC se apunta el triunfo
cosechado por el PSOE en Cataluña como propio y está dispuesto a exigir mayor
cuota de poder y más privilegios. Reclaman una vicepresidencia en
Por el mismo motivo, es absurdo culpar al
PSOE de Madrid de la derrota sufrida en esta Autonomía. Es cierto que los
líderes del socialismo madrileño no han constituido ni mucho menos un plantel
airoso del que vanagloriarse, pero hasta eso es imputable a la dirección
federal, que ha manejado a la federación madrileña y ha puesto y ha quitado
candidatos a su antojo. Es también verdad que no es fácil que te reconozcan
como partido de izquierdas si el recién nombrado secretario general lo primero
que propugna es la supresión del Impuesto de Patrimonio. Pero con todo y con
eso, el origen de los malos resultados obtenidos en Madrid, al igual que en
Castilla-La Mancha o en Andalucía hay que buscarlo en gran medida fuera de la
correspondiente Autonomía, la causa se encuentra en la política territorial
seguida por el Gobierno de Zapatero.
El mayor número de votos conseguido por el
PSOE en Cataluña o en el País Vasco y el descenso producido en Comunidades
Autónomas como Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha o Andalucía son la cara y
la cruz de la misma moneda, tienen el mismo origen y, desde luego, no parecen
imputables a las respectivas agrupaciones.
Chaves no puede por menos que mirar con
cierta suspicacia las jactancias y reivindicaciones del socialismo catalán. Es
lógico que se sienta el pagano de esta fiesta y tema, además, que se continúe
por la senda de la legislatura pasada, con lo que se mantendría la sangría de
votos en Andalucía. El PSC apuesta por la bilateralidad, negociaciones directas
con el Gobierno de Madrid, dejando clara su condición singular y distinta de
las otras Autonomías. El PSC en campaña prometió el concierto económico y las
balanzas fiscales, premisas de una financiación basada en lo que los distintos
territorios reciben y aportan del Estado Central. Estos planteamientos
difícilmente pueden ser aceptados por los andaluces y tampoco por el resto de
los españoles. El PSOE andaluz y en general el de las otras agrupaciones de los
territorios de menor renta, tienen que defender la multilateralidad y que la
contribución y las prestaciones sean personales, de manera que un andaluz y un
catalán en las mismas circunstancias paguen y reciban lo mismo.
Más allá del discurso triunfalista de cara a
la galería y de la lógica euforia por haber ganado las elecciones, la dirección
federal del PSOE seguro que tiene muy presente la distinta composición del voto
conseguido, las limitaciones de obtener más votos de los nacionalistas y el
peligro de perder aún más apoyos en el resto de España si en la nueva
legislatura continúa ahondando la discriminación practicada en los cuatro
últimos años a favor de ciertas Autonomías.