El escorpión y
la rana
Resulta comprensible que Zapatero y
otros jefes de gobierno arremetan contra los mercados financieros, y denuncien
la enorme injusticia que significa que los Estados hayan tenido que endeudarse
fuertemente para arreglar el desaguisado originado por entidades financieras,
grandes inversores y agencias de calificación, y que ahora sean estos mismos
—agrupados en lo que eufemísticamente se llama “mercados”— los que acosen a los
gobiernos y les obliguen a instrumentar políticas de ajuste que van a terminar
pagando, como siempre, las clases populares y los trabajadores.
Resulta comprensible pero de una
gran ingenuidad porque dónde está escrito que la equidad y la ética sean los
parámetros por los que se rija el poder económico. Aprobada la libre
circulación de capitales y una vez que el poder político ha abdicado de su
capacidad normativa, ¿cabe esperar otro comportamiento de los mercados
financieros? Como en la fábula del escorpión y la rana, atribuida a Esopo,
“está en su naturaleza”, hunden el aguijón en aquel que les ha ayudado e
imponen las políticas de ajuste. Pero quizás, también como en la fábula, sus
actuaciones pueden volverse en su contra. Instrumentar una política restrictiva
cuando la recuperación no está consolidada va a generar un alargamiento de la
crisis con lo que todos saldremos perdiendo, aunque es verdad que sobre todo
los trabajadores.
El discurso de los mercados es
falaz y sectario porque, de existir un problema de solvencia, habría que buscar
su origen en el endeudamiento exterior que es tanto privado como público. Desde
luego, en España, en mucha mayor medida privado que publico. Endeudamiento
generado por el comportamiento desastroso de las entidades financieras. Por
ello resulta irritante que el gobernador del Banco de España se preocupe de las
pensiones, del gasto público o del mercado laboral y no de reformar el sistema
financiero. Son los desequilibrios en las balanzas de pagos —originados por la
entronización del liberalismo absoluto en los mercados financieros y en los de
bienes y servicios— los que se encuentran como causa última de
En las reglas del sistema creado en
Bretton Woods, la obligación de instrumentar medidas
correctoras se imponía a los países con fuertes déficits en su balanza de pagos (fuese cual fuese el déficit
público). Con toda lógica, Keynes propuso que la corrección se exigiese no sólo
a los países deudores sino también a los acreedores. La propuesta no prosperó,
ya que fueron las tesis de EEUU, país entonces superavitario, las que
prevalecieron, pero en los momentos actuales se debería retomar la propuesta
dada su racionalidad. La culpa de los desequilibrios no es exclusivamente de
EEUU, sino también de China y de los demás países asiáticos por la política
cambiaria que aplican. La culpa no sólo es de Grecia, Portugal, Irlanda,
España, o Italia sino también de Alemania por su política económica
excesivamente restrictiva.